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CODHECUN-0097
LOS RESTOS DE COLÓN
La prensa de Madrid y de provincias viene ocupándose de un asunto que bien merece la atención del Gobierno, por tratarse de la restitución á España de los restos del descubridor de América.
A la altura á que han llegado los asuntos de la guerra –dice la prensa á que nos referimos– se habla ya sin embajes ni rodeos de la pérdida de Cuba. Andan ahora discutiendo si se la debe declarar independiente ó anexionarla á los Estados Unidos; lo que no se discute es que la perla de las Antillas no será española.
Llegará un día, quizás no muy lejano, en que el heróico ejército que ha combatido allí tan duramente durante tres años, tendrá que evacuar aquel territorio que dominamos más de cuatrocientos. Las víctimas que las guerras coloniales nos han costado, la sangre vertida, los tesoros gastados, no pueden volver á la madre patria. En Cuba subsistirá por muchos años, quizás eternamente, el espíritu español, pero sólo el espíritu. Todo lo demás ha de volver á nosotros como triste despojo de estos desastres.
Una de nuestras más grandes glorias, de las más legítimas, está personificada en el primer almirante Cristóbal Colón, á quien se debe la invención del Continente, de que poco á poco nos hemos ido desprendiendo.
Sus restos, que hoy se guardan en la catedral de la Habana, no pueden, no deben quedar en poder de los yankees ni en el de los traidores separatistas. Son de España, á España pertenecen, de ella salieron y á ella deben volver.
Con este ejército que ha de regresar, con cuanto genuinamente español abandone por siempre á Cuba, deben venir los restos de Colón, amparados por la bandera de España, á la que su genio donó un mundo.
Piense en esto quien debe, y no abandone la prensa el pensamiento, que es caso de honra nacional.
Prepárese digno y definitivo mausoleo á esos restos, donde mejor parezca.
En la provincia de Huelva, á cuyo monasterio de la Rábida llegó el marino oscuro á encontrar la primer esperanza y de cuyo puerto de Palos partió para el primer viaje. En Salamanca, donde explicó sus teorías. En Granada, donde logró el objeto de sus ansias. En Barcelona, donde triunfante y glorificado desembarcó de su primera expedición. En Valladolid, donde murió. En donde quiera, pues España toda está llena de sus recuerdos y sus glorias.
Lo esencial es que lo único que nos queda, que vale tanto como toda América, los restos de Colón, no se queden en aquella tierra de ingratos.
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