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CODHECUN-0098
LA VERDAD
¡¡Regeneración!!...
Hé aquí una palabra que, como epílogo de nuestras desdichas, modulan hoy todos los labios y acarician todas las conciencias.
Pero, ¿es desahogo de la impotencia, broquel para el remordimiento ó aleteo de ese arcángel de redención que aparece en las supremas crisis de la vida?
Vamos á verlo.
Acaban de reunirse las Cortes para que se cumpla un precepto constitucional, y las primeras jornadas parlamentarias no han podido ser más desastrosas.
En demostrar el Sr. Romero Robledo que si en 1876 hizo esto, lo otro y lo de más allá, se invirtió una sesión, y en escandalizar de lo lindo, dando motivo para que en el extranjero se mida la seriedad del país por el rasero que exhiben algunos de sus representantes, se pasó la tarde del miércoles.
Esto es lo que se llama aprovechar el tiempo.
Si hubiera verdadero patriotismo y sensatez, que tanta falta nos hacen, prescindirían los paladines de la palabra huera é inoportuna de tan funesto desbordamiento, encauzando sus energías en el canalizo que traza la opinión pública, justamente sobresaltada al contemplar esa legión de espectros que nos devuelven las ingratas tierras de Occidente, como última bocanada de infortunios y desdichas.
Ya que se habla de regeneración, comencemos por donde comienzan á todas las cosas por el principio.
En estas columnas hemos defendido constantemente, y empleando toda clase de argumentos, la necesidad de que se implante en España sin pérdida de tiempo el servicio militar obligatorio, que es hoy una aspiración justísima de las clases desvalidas, pudiendo asegurarse que la falta de fe que hoy existe en nuestro pueblo; la carencia de ideales, que apaga todos los alientos y atrofia todas las energías; la indiferencia, que mata, y el pesimismo, que ahoga; todo este conjunto de fuerzas retardatrices en el sistema de la voluntad nacional, tienen por generador único la desconfianza que inspiran los elementos directores, divorciados hoy de la masa popular, porque en la bancarrota social que hoy nos agobia, han aparecido aquéllos marcados con el estigma de los deudores insolventes.
Si la Representación Nacional quiere recobrar la popularidad perdida, el momento para realizar esta obra meritoria es solemne y oportuno.
Como lenitivo para el dolor que produce el espectáculo triste de la repatriación de soldados anémicos y moribundos, apruébese en pocas horas y sin discusiones estériles un proyecto de ley estableciendo en España el servicio militar obligatorio en la forma que hemos enunciado desde estas columnas, es á saber: sin redención á metálico y reduciendo las exenciones físicas á lo que determine un Consejo de revisión parecido á los organismos de esta clase que emplean las naciones europeas que rinden culto á la libertad, á la justicia, á la equidad y al progreso, imponiendo á todos los ciudadanos el nobilísimo deber de servir á la Patria con las armas en la mano.
Cuando el pueblo español vea que las Cámaras se regeneran empleando su tiempo en algo útil y provechoso, serán sostenidos el pesimismo por la esperanza, por el interés la indiferencia, y la luz de la fe disipará las tenieblas que hoy envuelven todas las aspiraciones.
Como antes dijimos, la obra regeneradora debe comenzarse por el principio.
La catástrofe ha dejado una huella terrible, un surco sangriento abierto en la masa popular y menesterosa.
La primera frase regeneradora que debe pronunciarse ha de ser ésta: “No más carne de cañón; todos los ciudadanos son iguales para luchar por la regeneración de la Patria”
Hay que dar al César lo que es del César, y al pueblo lo que es del pueblo.
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