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CODHECUN-0103
MANUEL GARCÍA
EL REY DE LOS CAMPOS
Para comprender el cómo este bandido, cuyo nombre refresca la triste actualidad de las noticias de Cuba, ha podido vivir tantos años burlando la persecucion de la ley, debe tenerse en cuenta lo que en una lata biografía suya dice un escritor antillano: −No todos los separatistas son bandidos, pero todos los bandidos se llaman separatistas.
Es muy curiosa la relacion de la vida y hechos de Manuel García, y leyéndola desde el punto en que hace su primer desembarco en Cuba hasta estos últimos tiempos, vienen á la memoria las hazañas de José María, á que prestó Fernández y Gonzales las galas de su imaginacion, y el famoso novelon Los bandidos de Crevillente, que tanto influyeron en la incubacion de muchos ladrones de camino real que ya se sentian pillos antes de la lectura.
Pero José María, y el guapo Francisco Estéban y el Tempranillo, y muchos más bandidos que ha engrandecido la leyenda bárbara, tenian un rasgo distintivo y siempre admirable, hasta en los bandidos: valor personal. Todos ellos se impusieron á los que les seguian por su bravura; impusieron la ley del más fuerte entre los que no pecaban de débiles, y dentro de su vida de réprobos fueron héroes á su modo.
Manuel García no es valiente, pero es hábil; y aunque la habilidad es una fuerza no lo es tan grande como el valor. Los numerosos crímenes ejecutados con su nombre han sido hechos por su gente, jamás por él; escondido en su ignorada guarída como el apuntador en su concha, mueve los personajes, lleva la acción del principio al fin, pero vuelve la espalda al público y no afronta su presencia. Es un operador que señala por donde ha de amputarse, pero á quien asusta la sangre; cuando ata los cabos de un secuestro escribe pero no se bate, y en uno solo, en el de Vento, asistió al hecho por excepción.
El elemento separatista, echando mano, de cuanto pudiera quebrantar el prestigio español, utilizó y utiliza á Manuel Garcia como á otros bandoleros, y Manuel García, á su vez, explotó el miedo y la estúpida admiración del hombre del campo, que le sirvió siempre de encubridor. Sin el encubiertos, blandamente castigado por la ley de secuestros, Manuel García no hubiese sido nada, pero esta complicidad fué su fuerza, como lo fué también, y sigue siéndolo, el aura separatista que ha impreso en todas sus proclamas y cartas.
No consta la fecha de su nacimiento en Alacranes (Cuba,), pero si que empezó robando seres y que poco despues, huyendo de la Guardia civil, mató á uno de éstos.
En 1885 el separatismo fomenta el bandidaje, y Manuel García reune á otros bandoleros (Perico Torres, Félix Gimenez, Lengue y alguno más,) pero no es todavía protagonista, y opera en la provincia de Matanzas confundido con los demás, sin aureola propia hasta que á fin de 1885 se ve obligado á embarcarse para Cayo Hueso con Perico Torres y obligados por la activa persecución ordenada por el capitan general señor Fajardo.
Y la prueba de que la complicidad de encubridores altos y bajos protegia el bandidaje está en el hecho asombroso de que ambos embarcaran para los Estados Unidos á la luz del sol, en pleno puerto de la Habana y sabiéndolo muchas gentes.
En 1887 vuelve a Cuba, Manuel Garcia con otros tres de su casta, desembarca en Puerto Escondido (Matanzas), y á poco aparece ya de jefe de una partida de 16 hombres, partida suya que le llama comandante, con arreglo á un título que le enviaron los jefes separatistas desde Cayo Hueso.
En tres años, desde 1887 á 1890, Manuel García tuvo en jaque á todo el mundo de las provincias de Matanzas y la Habana; robo, secuestró, asesinó, se impuso conquistó el título del rey de los campos; su audacia infunde terror en las comarcas sobre las cuales cae, y su habilidad prepara perfectamente los golpes, y crece su triste prestigio en tales proporciones, que en 1890 dirige á la Compañía de ferrocarriles unidos de la Habana una comunicacion exigiendo 25,000 duros, bajo pena de hacer descarrilar los trenes é incendiar las estaciones si no se pagaban.
La Compañía no hace caso y la amenaza se cumple, Manuel García descarrila un tren de mercancías en el empalme, dispára sobre uno de viajeros entre Xenes y Robles y pone fuego á la estacion de Quivican, en las puertas de la Habana. Cunde el pánico, casi nadie se atreve á viajar, y baja la recaudación de la Compañía en 50 por 100.
Así estuvieron las cosas hasta Agosto de 1860, en cuya fecha llegó á Cuba el general Polavieja. Su energía y firme voluntad de acabar con el bandolerismo llevan la confianza al espíritu público, y poco después cae la partida entera en una emboscada, huyendo Manuel García, pero recibiendo en la huida tres balazos.
Viene en seguida en decadencia; sus leales de los campos temen más á la energía de Polavieja que á las amenazas del bandido; los cómplices se niegan; los que le seguían sumisos se apartan, y se ve solo.
Los separatistas de Cayo Hueso pretenden entonces, curado ya de sus heridas, rehacerle la partida, pero en vano durante mucho tiempo y hasta estos momentos.
Esto ha sido el famoso Manuel García por apatía de unos y cobarde complicidad de otros, y esto es lo que no debe ser.
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