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CODHECUN-0125


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LAS DECLARACIONES ¡Palabras! ¡palabras! ¡palabras! Hechos, quisiéramos nosotros, que palabras no faltan; antes sobran. Si en España se hubiera hablado ménos y obrado más, no habríamos llegado al terreno á dónde nos han llevado todos los que hablan por los codo desde la oposición, y hacen, una vez en el poder, precisamente todo lo contrario de lo que ahora dicen, que una cosa es predicar y otra es dar trigo. Cuanto á floricultura, no hay quien nos aventaje. No han sido pocos los discursos pronunciados en el periodo parlamentario, porque hemos pasado en un abrir y cerrar de ojos. ¡Si se han dicho cosas en las Cámaras! ¡Si sonaron palabras gordas en el santuario de las leyes! Pero no se había dicho lo bastante. Nuestros políticos se quedaron todavía con ganas de hablar más. Es que la política produce hidropesía de palabrear para complacer á la opinión. Todos hablan por ella y en nombre de ella; pero tan antitéticas y tan contradictorias resultan sus declaraciones, que la dejan mal parada y sin juicio; tanto, que á ser posible encarnarla, debiera encerrarse á la opinión en una casa de orates. Silvela, el duque de Tetuán, Azcárate, Pi Margall, Romero, todos han dicho lo que han querido ninguno lo que ha debido; todos han pedido responsabilidades para los demás, ninguno para sí; justicia para los extraños, impunidad para ellos. Todos quieren salvar á la Patria, todos quieren regenerarla; ninguno se acuerda de lo que hizo antes para destruirla, para envilecerla, para denigrarla. Todos vienen hoy con el contraveneno; ninguno habla del arsénico que fué propinado al pais en mayores ó menores dosis, según los medios y la ocasión que tuvo para hacérselo tomar. ¡Declaraciones! ¡Manifestaciones! ¡La regeneración! ¡La salvación! Palabrería inútil señores políticos. Acudir á las columnas de un periódico para suplir con él los escaños del salón de sesiones, es burlarse del país que recibió con aplauso la clausura del Parlamento, para no oír más dislates, ni palabrería insulsa. Guarden, pues, esos propósitos para cuando suenen las trompetas del juicio final, y si son de enmienda, como parece, les servirán de acto de contrición para ir al purgatorio. En España no hay más juez Supremo para juzgarles, que esa opinión á cuyo juicio apelan y en cuyo nombre hablan. Y la opinión les pide que callen. Y que lo hagan para siempre, si quieren ganar indulgencia en la tierra. La experiencia ha demostrado que para ese papel pedagógico que el latín particularmente desempeña en la segunda enseñanza, no sirven los sucedáneos que se han propuesto. Yo no diré que las reformas de Gamazo (que esperan complemento en otras relativas á facultad) sean un desiderátum, pero si que, dado el carácter parcial que habrán de tener, para que pudieran realizarse pronto, corrigen muchos defectos de los principales, de los que podemos conocer mejor que otros los que tenemos que entendérnoslas con los bachilleres recién sacados del horno de las bachillerías. Pedir la luna… es muy poético y muy… cíclico. Pero encender una cerilla es mucho más útil cuando está todo á oscuras.”


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