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CODHECUN-0127


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DE ACTUALIDAD EL ACORAZADO MAINE Ha impresionado grandemente en España la voladura del acorazado Maine, desgracia que en todos los corazones no ha dejado de sentirse, tanto más, cuanto que han perecido á consecuencia de ella 260 hombres. Ante los cadáveres de esos marinos, víctimas del deber, no caben ódios ni rencores, puesto que son hombres semejantes á nosotros y que como nosotros tendrán madres é hijos. ¡Cuántos de esos infelices habrán dejado en el mayor desamparo á inocentes criaturas, á venerables ancianas y á esposas amantísimas! No hace mucho tiempo, experimentamos nosotros una horrible desgracia parecida á ésta, pero aquella fue más imponente, más silenciosa sin explosión, sin lamentos, desaparecieron tragados por el insaciable Occéano, 400 hombres, y ni siquiera sabemos á punto fijo donde sucumbieron Tan sensible es la desgracia ocurrida en el puerto de la Habana, como la del Reina Regente, y por lo tanto la hemos sentido en el alma, a pesar de la antipatía con que miramos todo lo que á los yankées se refiere. En los corazones españoles no pueden existir ódios ante desgracias de tal índole; ahí está la Historia, y en ella se pone de relieve no pocas veces, nuestra generosidad con el vencido y con el desgraciado. La generosidad y la hidalguía son las virtudes que más nos enaltecen, y las únicas que conservamos de nuestros buenos tiempos. No lo decimos nosotros, lo dicen los actos heróicos llevados á cabo por la tripulación del crucero Alfonso XII, que con arrojo y valentía salvó de una muerte cierta á infinidad de marinos yankées, haciendo con esto menos horrible la voladura del acorazado Maine. La República norteamericana ha obrado con nosotros de mala por espacio de dos ó tres años, permitiendo hasta cierto punto, la salida de expediciones filibusteras, algunas de gran importancia, y que han servido para fomentar una guerra que tanta sangre y dinero nos está costando. Pero el pueblo español en ciertos momentos, olvida el pasado, y dando muestras de hidalga compasión, llora con los demás las desgracias que, como ésta, visten de luto á un pueblo entero. Ya han visto los yankées, ya han visto los jingoes del Senado y del Congreso, que no somos ese pueblo bárbaro é inhumano que los adláteres de la insurrección cubana pintan á cada instante; que no llevamos la pasión hasta el extremo de abandonar en el peligro al desgraciado, aun cuando éste sea un encubierto enemigo. Así lo reconoce el comandante del acorazado Maine en el telegrama que ha dirigido á su Gobierno, elogiando la conducta de los marinos españoles y de las autoridades de la Gran Antilla. Terminamos este artículo lamentando de todas veras la catástrofe del Maine, y esperamos sean agradecidas por el pueblo yankée las muestras de afecto que le hemos dado, con tan triste motivo. J. G. S.


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