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CODHECUN-0182
CANALLAS
Sólo nos faltaba, para añadir á la larga lista de agravios y ofensas, la nota de villanía y de infamia con que los Estados Unidos quieren manchar la honra española.
Apesar de lo absurdo que resultaría el pensar que España haya cometido un atentado, apesar del lenguaje con que se expresa la opinión sensata en los Estados Unidos, no faltan senadores yankées y aun personajes oficiales, que traten de echar sombras sobre la conducta de España en lo que á la voladura del Maine se refiere.
Cuando se conoció el siniestro en Nueva York, reuniéronse los ministros en Consejo, y tal reserva han guardado en una cuestión tan sencilla, que el silencio ya puede considerarse como una injuria.
¿Cómo es posible imaginar siquiera que España recurra á medios innobles y reprobables para deshacerse de un buque norteamericano?
Si España deseaba un rompimiento, ¿no podía buscarlo de otra manera?
En la hipótesis, á todas luces descabellada, de que sin contar con ningún elemento oficial, alguien fuese el autor de la voladura del Maine, ¿cómo ni por qué habría de atribuirse á mala fé de una nación, lo que sólo podría ser obra de un individuo?
El suceso es de los más serios y de aquellos que pueden acarrear graves complicaciones, dicen en los Estados Unidos.
- Lodge, añade que la cuestión es demasiado seria para que se hable de ella ahora, y M. Cullon se expresó en los siguientes términos:
“No puede comprender cómo la explosión ha podido causar el accidente. Creo que se acerca rápidamente el momento en que los Estados Unidos se verán obligados á obrar.”
- Clart ha dicho:
“Es extraño que tales accidentes ocurran en momentos tan oportunos.”
Esas calumnias encienden la sangre y fuerzan á perder toda calma y toda mesura.
Los que así piensan, los que tales infamias propalan, no pueden ser sino unos miserables.
Los deberes más elementales de prudencia y diplomacia, obligaban á esos políticos á guardar silencio, hasta que no se demostrase cumplidamente las causas de la voladura del Maine.
No lo han hecho así, y eso indica el deseo de ofender y provocar.
¿Tolerará el pueblo español la infamante deshonra de traición y villanía que le achaca el pueblo yankée?
La paciencia tiene un límite, y á ese límite hemos llegado los españoles.
Si los Estados Unidos buscan un pretexto para la guerra, muy bien pudieron hallarlo sin recurrir á deslealtades y calumnias, que serán reprobadas por la opinión imparcial del mundo entero.
La casual voladura del Maine no puede dar ocasión á la guerra entre España y los Estados Unidos, lo que sí dará motivo para el rompimiento, es la vil sospecha de que España haya faltado á su tradicional nobleza.
Se dice, por referencias dignas de crédito, que el consulado español en Nueva York ha sido apedreado por el pueblo yankée, sin que lo estorbase la policía.
Si á la caballerosidad y abnegación de los marinos españoles, que con peligro de sus vidas fueron á salvar heridos á los costados del Maine, responden de ese modo los Estados Unidos, habrá por fuerza que convenir que el pueblo yankée es un indigno pueblo de canallas.
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