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CODHECUN-0189
Incorregibles
Si no fuera perjudicial en alto grado para los intereses de la patria, sería cosa de tomar á risa y divertimiento la extraña conducta que, aun tratándose de los más árduos problemas políticos según los periódicos rotativos, aquellos que, por su significación é importancia, parecían ser los llamados á encauzar y dirigir la opinión pública, de la cual se dicen ser los genuinos y exclusivos representantes, por aquellos derroteros que aconsejan la prudencia y el bien general.
No es posible olvidar que la llamada prensa grande y de mayor circulación fué la que contribuyó, con las baladronadas y quijoterías ridículas que estampaba diariamente en sus columnas, á que el país se hiciera ilusiones respecto á sus fuerzas, á que el pueblo desoyera la voz de su conveniencia, y á que la opinión pública arrastrase al gobierno á la guerra con los yanquis, aceptando una lucha para la cual no estábamos dispuesto, ni debíamos emprender á no ser que contáramos con que el dios de las batallas nos había de favorecer con algún nuevo milagro, que viniera á librarnos de la desastrosa derrota que era seguro habíamos de sufrir por pelear en condiciones desfavorables y desventajosas para nosotros.
La prensa que debió dar pruebas de sensatez y cordura, la que por su ilustración y conocimientos debió ser el freno que contuviese á la opinión, en sus poco meditados arranques de honra y patriotismo, entendió que su misión era secundar las imprudencias y arrebatos populares, halagó aquellos impulsos belicosos que despertaron las constantes é injustas provocaciones de los Estados Unidos, y no tuvo reparo en servir los intereses de la patriotería ocultando nuestra verdadera situación.
Luego, cuando el desastre de Cavite, la destrucción de la escuadra de Cervera, y el peligro de amenaza á nuestras costas, hizo conocer lo atropelladamente que habíamos obrado por dejarnos llevar de impresiones idealistas; esa misma prensa recogió velas y supo echar toda la responsabilidad de lo ocurrido sobre el gobierno, al cual acusó de imprevisor é imprudente.
No, no es del gobierno la culpa de lo que ha pasado; al menos no puede decirse que sea suya toda la responsabilidad, sino de aquellos que hicieron creer al país que bastaba la probervial valentía española para vencer á un enemigo poderoso y rico.
La responsabilidad en gran parte, sino toda, corresponde á los que, sabiendo cuál era el verdrdero estado de nuestra Hacienda y de nuestras fuerzas militares y navales, lo ocultaron al país, dejando que éste, completamente engañado, acometiera empresas superiores á sus energías.
Esa prensa que ante la solución lógica y natural de los hechos no tiene reparo en decir que el resultado de la guerra hispano-yanqui no ha debido sorprender á nadie porque estaba previsto, era lo que no cesaba de hablar de nuestra superioridad; lo que hacía comprender que el pueblo norte-americano no entendía más que de tocino y engordar cerdos; y la que engañó por completo al país haciendo una falsa pintura de nuestros enemigos.
Si se daba alguna noticia, tomada de los periódicos extrangeros, referente á los aprestos militares de los yanquis, se comentaba con algun chiste, para poner en ridículo á los Estados Unidos. Se decía, por ejemplo; “los buques que manda Dewey ván en busca de la escuadra de Cervera,” y enseguida se ponía en solfa el comentario, diciendo: “¡no nos mates, no nos mates…!” Se hablaba del proyecto de desembarco de una expedición norteamericana, y era de ver como con un estornudo íbamos á barrer las filas enemigas tan pronto pisaran el territorio español.
Lo cierto es que los choriceros, los tocineros han destruido nuestros buques y nos han arrebatado por la fuerza nuestras posesiones coloniales.
Porque como á nosotros nos bastaba con ser españoles, nos contentamos con hacer chirigotas despreciativas, con decir fanfarronadas, con tocar la marcha de Cádiz, y ponernos lazos con los colores nacionales.
Era natural; los mentores del pueblo en vez de ilustrar á este le secundaban en sus nobilísimos para insensatos arrebatos, alimentando su ingnorancia acerca del enemigo con que iba á luchar.
Pues bien, ya tenemos á la prensa grande siguiendo el mismo proceder con las provocaciones y preparativos carlistas.
Se conoce que tan dura como sangrienta lección en la guerra hispano-yanqui, no ha servido de enseñanza.
Los carlistas se agitan, levantan empréstitos de consideración, compran armas que introducen en España, hacen una propaganda activa y constante en ciertos lugares y entre ciertos elementos muy significados, pero los periódicos rotativos dicen que los carlistas son cuatro gatos y seis sacristanes belicosos, que nada debemos temer y que sus aprestos han de tomarse á chacota.
No será extraño que se repita la misma lección, y cuando esa cuadrilla de latro-facciosos ensangrienten el suelo patrio, promoviendo otra guerra fraticida que acabe con nuestras ya escasas fuerzas, y contribuya á que otra nación nos arranque otro girón de nuestro territorio, entonces todo se volverá inculpar al gobierno por su falta de previsión.
¡Quiera el cielo que no tengamos que arrepentirnos de nuestra confianza!
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