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CODHECUN-0197


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EL MACHETE Tanto se viene hablando de este arma desde el comienzo de la campaña de Cuba, encomiando sus ventajas como arma de combate, sus terribles efectos, la utilidad de su manejo, etc., etc., que sólo ha faltado que se haga el panegírico de los MACHETEROS DE LA MUERTE, nombre terrorífico en verdad, con que los mambises han designado uno de sus cuerpos de caballería que hasta el presente, y no obstante lo terrible y siniestro de su nombre, no han podido romper ni el más pequeño grupo de nuestra Infantería. Las exageraciones propias de la vehemencia de nuestro carácter, las relaciones más ó menos auténticas de algunos hechos desgraciados de la campaña anterior, en los que la falta de precaución dio lugar á la sorpresa de pequeñas columnas por fuerzas cuádruples, y por ende el macheteo, y multitud de causas más entre las que podríamos contar la falta de observación, han contribuído á presentar el machete como el arma blanca más temible de todas las conocidas, como cuchilla de exterminio á la que no es posible hacer frente más que con machete ó con ¡lanza! ¿Tiene realmente el machete buenas condiciones para el combate individual? Examinemos los tres modelos más usuales de este arma. El más corto, el machete calabazo: su hoja es muy parecida á la de una faca grande, del tamaño de nuestros antiguos machetes de gastadores, y semejante al bolo de los malayos; sólo se emplea para los trabajos de monte, donde es de una utilidad incontestable, y su manejo es tan fácil que basta la práctica de algunos días, para cortar con él árboles hasta de 20 ó 25 centímetros de diámetro; en combate individual su manejo es el de la faca ó navaja; por eso no se usa como arma de guerra. El machete de chapeo ó de trabajo es poco más corto que un sable, de hoja que va ensanchando desde el pomo hasta la punta, que es redonda, parece de estocada, no tiene guarda mano, y por su forma podemos compararlo con el campilang moromalayo; es muy pesado, sobre todo en la punta; por esta razón, esgrimido como arma de combate, tiene todos los defectos posibles á cambio sólo de una buena cuchillada, tanto más fácil de parar, cuanto que no puede ser muy rápida por su peso y desequilibrio. En las faenas del campo es irreemplazable; hecho con este objeto, sirve para todos los trabajos de bosque, y únicamente los árboles muy corpulentos ó muy duros lo resisten. El machete de media cinta: su hoja es más estrecha que la de los sables de nuestra Caballería y más larga; es recta por completo, el lomo grueso y punta en bisel; la mayor parte tienen guarnición muy semejante á la de nuestros antiguos sables, pero mucho peor; es pesado; su excesiva longitud y lo separado que se halla de la mano el centro de gravedad le hacen más pesado todavía; como arma de combate es, desde luego, muy preferible al machete de chapeo, y por esto es el más usado por las partidas insurrectas, que lo manejan á caballo de un modo análogo á como lo hacen nuestros jinetes con sus sables. Pié á tierra en combate individual, el machete y el fusil, la ventaja, indudablemente, será siempre de éste; primero, por su mayor longitud; segundo, porque ambas manos imprimen más vigor á los golpes y paradas, y tercero y muy importante, porque dispara; y á la corta distancia que exige esta lucha, no hace falta apuntar; basta en la guardia bajar un poco la boca del cañón para, sin descubrirse, dar en el blanco, y el Maüser tiene ¡cinco cartuchos! Esto lo sabe el que ataca, circunstancia que debilitará no poco su moral, factor muy importante en toda lucha y más en la de cuerpo á cuerpo. Si pié á tierra, en combate individual, es inferior al Maüser; veamos si á caballo y contra el sable de nuestra Caballería adquiere ventaja. Desde luego, á primera vista, el machete es más largo que el sable; pero esta longitud que en un arma de buenas condiciones pudiera darle ventaja para combatir pié á tierra, á caballo no sucede lo mismo, porque la victoria no es del que tenga el arma mas larga, sino del que primero gane el costado al enemigo. En las armas blancas, cuanto mayor sea su longitud, el centro de gravedad se hallará más lejos de la muñeca del tirador, y, por consiguiente, las paradas serán más difíciles y el desarme más fácil, por la prolongada vibración de los últimos tercios. Esto sucede con el machete, cuya falta de equilibrio es notable; no así al sable de nuestros jinetes, cuya hoja fuerte, resistente y bien montada, llena todas las condiciones del combate, haciéndolo muy superior. En igualdad de condiciones, es evidente que en la lucha individual á caballo la ventaja será siempre del sable. Si en este combate es inferior el machete al sable y fusil con bayoneta, en el colectivo le sucede lo mismo. En esta clase de combates, el choque se verifica muy raras veces; la fuerza moral, la impulsión, el valor y la perseverancia en el avance ó en la resistencia, dan la victoria; la tropa que más tiempo pueda resistir la tensión de espíritu que precede á todo combate cuerpo á cuerpo, esa vence. No puede, pues, influir para nada un arma que sólo ofende de cerca; es decir; cuando la victoria se ha decidido, y que en caso de choque es marcadamente inferior. Los hechos, con su lógica indestructible, sancionan cuanto llevo expuesto. Ni en la campaña anterior ni ahora, esos famosos macheteros han podido romper en combate personal ni colectivo á nuestra Infantería cuando la han hallado apercibida; lo mismo si han sido cuadros de batallón, como en Naranjo, que de compañía, como recientemente en Dos Ríos. Tampo con nuestros jinetes han sido más afortunados. Colón en las Guásimas y Cortés en Dos Ríos, han probado la supremacía del sable. En una dispersión, en una sorpresa, sus efectos son terribles; allí no hay combate; es degüello verdadero. La cuchillada del sable pone fuera de combate un hombre, rara vez lo mata; la del machete por casualidad lo deja con vida. Pero esto no probará en suma su bondad como arma de combate, sino como cuchillada de carnicero. Podrá objetarse por los montunos que su uso en Cuba es indispensable; que un hombre á caballo machete en mano se abre paso por el monte cuya manigua y bajucos corta rápidamente, es cierto; pero el sable, convenientemente afilado, puede servir lo mismo sin perder sus buenas condiciones como arma. Algunos machetes y un par de hachas por escuadrón, facilitan los trabajos de campamento. MOJAN BALMI.


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