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CODHECUN-0203
DE CUBA
LA INSURRECCIÓN POR DENTRO
Cómo trata Máximo Gómez á los insurrectos letrados ─Más sobre el generalísimo. ─Los majases. ─Pruebas de buena armonía. ─Un consejo ridículo. ─Cepo de campaña á todo pasto. ─Escenas de zarzuela bufa. ─Varapalo á Gómez.
Entre los muchos presentados á indulto en estos últimos tiempos, tenemos aquí, en Santa Clara, un pilongo (así se llaman los villareños, pur sang, los bautizados en la pila de la iglesia mayor) que, entre otras cosas parecidas entre sí, cuenta la siguiente aventura, que no le va en zaga á no pocas de aquellas en que dio pruebas de su mucha resistencia en la epidermis y costillas el famoso hidalgo manchego Don Quijote de la Mancha.
Es el caso, que nuestro pilongo –que por cierto estudió y llegó á tener una carrera debido á la protección de una Diputación conservadora que le costeó los estudios y aun los gastos de manutención; ─es el caso, repito, que nuestro pilongo, ganoso de fama y adelantos, echóse al monte en busca de aventuras, que, con harto dolor de su cuerpo, no muy trabajado en tiempos pasados, saliéronle al paso con mayor frecuencia de lo que había previsto en sus cálculos el pretenso redentor de Cuba y desagradecido hijo de España, pues que á ella debía, no solo el honor de haber nacido en su territorio y amparados por sus leyes, sino en las personas de españoles generosos la instrucción y cultura que alcanzó y puso al servicio de los enemigos de España, es el caso vuelvo á decir, que nuestro héroe en ingratitudes alcanzó en las filas insurrectas el empleo de capitán, ingresando para mayor honra de la clase, á prestar sus servicios en la partida del negro Quintín Banderas, el cual pronto hizo sentir al blanco villaclareño todo el peso de su grande y natural grosería, tratándolo, como después de todo, era merecedor, quien de tanta despreocupación moral había dado pruebas con la torpeza de su conducta.
El flamante capitán, resuelto y mezclado entre un montón de desarrapados negros orientales, anduvo no poco tiempo trotando á pié y rompiendo guineas y maniguas por estos campos, abriendo paso sobrado y cómodo á la mula, en la cual iba montado el jefe negro, hasta que, lacerado su cuerpo y enflaquecido el espíritu, aprovechando la ocasión de hallarse acampado en lugar inmediato á aquel en que se encontraba Máximo Gómez, presentóse á éste y de él solicitó, exponiéndole los males que sufría y su condición de hombre de carrera, otro puesto de menos fatigas, en armonía con sus conocimientos técnicos, para servir á la causa revolucionaria. Máximo Gómez, que recibió á nuestro héroe con su acostumbrado ceño, no le dejó terminar el discurso, sino que á puntapiés y á planazos la echó de su presencia, diciéndole que la insurrección no necesitaba de sabios, que todos eran unos majases, sino de hombre de armas, y que si otra vez volvía á su presencia pidiendo gollerías, le daría un cepo de campaña si no le fusilaba para escarmiento de gente de letras ó de parásitos de la revolución.
El capitán escapó magullado y triste del bohío del generalísimo, al cual llama éste, según testimonio escrito que tengo á la vista, “el sagrado templo de las libertades cubanas”, y errante por los campos; lleno su cuerpo de miserias, desnudo y hambriento, anduvo algún tiempo hasta llegar á estos lugares, en donde no en vano solicitó el perdón de sus muchas culpas de la magnánima y generosa España.
Y traigo aquí ese hecho que dejo relatado y cuyo conocimiento se debe á la versión que de él ha hecho el propio interesado, porque de ello han de sacar los lectores algo de lo que constituye el carácter del generalísimo, del verbo de la redención cubana, de Máximo Gómez; y si por si acaso se hace necesario otro testimonio autorizado, allá va el siguiente, que copio de la cartera del titulado auditor Cosme de la Torriente, tan rica en datos interesantes sobre la insurrección y sus hombres:
“Marzo 31 de 1897. Hoy hemos tenido un rato desagradable todos los que algo piensan en el campamento (Ojo de Agua, Sancti Spíritus). A José Manuel Villa, que ha permanecido, hasta hace poco que vino en comisión del difunto general Juan Fernández Ruz, á las fuerzas de la división de Matanzas, donde figuraba con el grado de comandante, otorgado por el general Antonio Maceo, aunque no le dio el diploma correspondiente, y el reconocimiento de cuyo grado gestiona, desde que llegó ante el general en jefe, se le ha dado hoy un cepo de campaña por orden de este.
“La causa de esto, que es un atropello desde el momento que no hay ley que autorice se imponga á nadie un castigo tan vejaminoso y menos á un oficial, ó que tenga derecho á consideraciones de tal, es la siguiente: Desde el dia 13 de Marzo en que se separó últimamente del cuartel del general Carrillo, existe un grupo de jefes y oficiales con los cuales se ha formado un cuadro por el estilo de otro que hizo el general Gómez cuando estuvo en Camagüey á mediados del año pasado. Este cuadro lo forman oficiales y jefes excedentes que puso Carrillo á disposición del general, otros que han venido en comisiones de sus jefes, y algunos que andaban sin ocupación fija de paseantes ó majás.
Se les obliga á prestar toda clase de servicios, á veces como simples soldados en las avanzadas. Como es natural, todo esto hace que los soldados se burlen de los que forman el cuadro y les den nombres burlescos, á lo cual no poco contribuye el general Gomez llamándole Casa de Recogidas y otros nombres por el estilo.
A Villa le ordenó el brigadier Rogelio Castillo, jefe de Estado Mayor, que fuera á una guardia como soldado de una avanzada, y que en lo sucesivo quedaba incorporado al cuadro de marras. Villa protestó de ir á la guardia, tuvo una discusión con el brigadier por esto y por cuestión de un caballo, y por fin, no fue á la guardia, quejándose al general Gómez, porque se le quería obligar á andar á pie, no dándole un caballo ó autorización para tomarlo de un depósito. El general ordenó se le diera caballo; pero no revocó la orden de que ingresara en el cuadro, y en lo sucesivo Villa figuró en él sin hacer servicio alguno, continuando reclamando el reconocimiento de su grado, para lo cual presentó, estando en Los Hoyos, una instancia y una certificación del general Lacret, de haber servido con éste y haber sido designado para el grado que tenía por Antonio Maceo. Gómez discutió algo con él; pero no resolvió el asunto, guardando los papeles. Esta mañana, el brigadier Castillo ordenó que Villa fuera de soldado á una avanzada que debía completar el cuadro de jefes y oficiales. Villa se negó de nuevo al comandante Fulgencio Trujillo, jefe de dicho cuadro, y al enterarse el brigadier mandó que lo llevara desarmado á su presencia. Aquí Villa dijo que no iba por no corresponderle desde el momento que se le habían admitido reclamaciones sobre el reconocimiento de su grado.
Expuso á más otras razones, pero el brigadier, sin oírlas, lo llevó á presencia del general Gómez, el cual antes de que Villa compareciese ante el brigadier había sido enterado por éste de lo que pasaba, y ahora, al ser conducido á su presencia y decirle Castillo que era el único que se negaba á ir á la guardia, mandó que lo llevase un ayudante, Calixto Sanchez Agramante, á la escolta y allí se le diera un cepo de campaña como á un simple soldado.
La orden fué cumplida, á pesar de que el general Lacret protestó enérgicamente de que á uno que habia servido á sus órdenes como jefe se castigase de modo tan degradante. Después se ordenó formas proceso contra Villa por insubordinación y fuí nombrado yo juez instructor de la causa. Tuve mis escrúpulos en aceptar el nombramiento, pero después de consultarme con Armando Sanchez y algún otro amigo, decidí aceptar el cargo para que no fuera á nombrarse á otro que no supiese desempeñarlo con la imparcialidad necesaria.”
“Comencé hoy mismo á actuar, poniendo especial cuidado en fijar bien los antecedentes de Villa y lo que venía siendo el cuadro de oficiales, dirigiendo luego la investigación de modo que quedase precisado todo lo dicho por Castillo, su actitud para con Villa y la actitud asumida por éste.”
“Abril 1 de 1897. Continuamos acampados en Ojo de Agua. Con actividad instruyo el proceso Villa para terminarlo pronto; pero soy minucioso, pues quiero que el Tribunal Militar que lo examine y falle lo haga á conciencia y en vista de numerosas pruebas, ya que esta causa ha de ser de las que figuren en nuestra historia cuando se hbla del carácter de Máximo Gómez y su modo de educar el Ejército cubano.”
“Abril 2. Movemos el campamento á otro lugar de Ojo de Agua. Hoy salió de aquí Quintín Banderas, y he terminado el proceso Villa, elevándolo al general en jefe.”
“Abril 3. Muy temprano ha venido á verme Fernando Freyre, auditor del Cuartel general, y me cuenta que el general se ha leído anoche dos ó tres veces el proceso que he instruido á Villa, y que la forma del mismo parece le ha impresionado, pues ha dicho que quiere ir á declarar ante el Consejo. También ha hablado de que sabe que muchos están disgustados con él por haber dado un cepo á Villa. Esto es cierto, pues con excepción de tres ó cuatro desgraciados, todo el mundo, aunque sin decirlo, ha censurado la conducta del general. Freyre habla con Otazo y logran hacer que como fiscal de la causa solicite como prueba de cargo la declaración del general Gómez. En esto Freyre pone de manifiesto que el general hace con él lo que quiere.”
“El tribunal que ha conocido del proceso y que se reunió á las tres de la tarde funcionando hasta el obscurecer que dictó sentencia, lo componían Armando Sanchez, teniente coronel, presidente; y vocales, comandantes Márcos Padilla, Juan Ferrer, y capitanes Primelles y Castillo; fiscal doctor Gonzalo Otero, y defensor, doctor Pelayo Peláez. El general compareció como testigo llamado por el fiscal y leyó al Consejo lo que tenia escrito en su diario sobre José Manuel Villa. La defensa le hizo varias preguntas que, según me han contado, pues yo no fuí á presenciar la vista, que tuvo efecto en el pabellón del presidente teniente coronel Armando Sanchez, pusieron en aprieto al general.”
“El Tribunal, después de alguna discusión con el auditor Freyre, que entre paréntisis no sé por qué asistió á la deliberación, dictó sentencia absolviendo á Villa por las circunstancias atenuantes que concurrían en la realización del delito que se le imputaba, y por haber sufrido con patriotismo el cepo de campaña que le mandó dar el general.”
“La sentencia, pues, es un varapalo mayúsculo para el general, y siento no haber podido aun obtener una copia.”
“Abril 4. De mañana trasladamos el campamento á Trilladeritas. El general le da á Villa su pase para Matanzas y una orden para que le vuelvan á dar mando de fuerzas, y que, por conducto del general Rosas, venga propuesto para comandante.”
“Por tanto, Villa se sale con la suya y obtiene el reconocimiento de su grado, aunque para ello ha estado hablando cerca de dos horas con el general, cosa que á todos nos ha parecido altamente chocante, después del cepo de campaña que aquel le mandó dar. En medio de todo, estoy ahora seguro de algo que antes me sospechaba, y es que José Manuel Villa es bastante sinvergüenza.”
¿ ‘Por los prestigios de los grados del ejército solamente había que tratar de que el Consejo lo absolviera para que quedase sentado que el general Gómez no podía dar un cepo á un oficial, ó que tuviera consideraciones de tal.”
Si la guerra de Cuba no fuese en sí misma la más horrible de las tragedias por los torrentes de sangre española que de una y otra parte riegan sus tierras feraces, ¡qué argumentos tan deliciosamente buros habrían de dar estos libertadores á saineteros y zarzueleros, por el corte y factura de las más donosas escenas de Los sobrinos del Capitán Grant!
En el fondo de lo que queda relatado anteriormente, se ve de manera clara que los adláteres del generalísimo, á quien realmente procesaron y sentenciaron fué al viejo Máximo Gómez, demostrando así la poca estimación que le tienen, propinándole, como dijo Torriente, el más tremendo de los varapalos á su prestigio y autoridad, que fueron juguetes en primer término, el doctor farmacéutico que hacía de fiscal en el Consejo, y después de éste en pleno, declarando absuelto á Villa, llenando de ridículo, el más vergonzoso, al iracundo dominicano.
Pero no quedan terminadas aquí las escenas bufas á que dan lugar los juegos que del derecho y la justicia se traen en la manigua los titulados redentores de Cuba, y por tanto, cerremos este capítulo á manera de folletón de novela francesa: A suivre.
FERNANDO GÓMEZ.
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