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EL BUEN CAMINO
No que saques sin razón, no me envaines sin honor , decía la leyenda de nuestras hojas toledanas, y á fé que ambos consejos son dignos de ser seguidos.
No tiene el primero solamente una importancia cronológica, ni va por delante en la leyenda tan sólo porque la acción de dar al aire la tizona sea anterior á la de servirse de ella honrosamente. Nó; si bien se repara, el primer consejo facilita la mitad, por lo menos, de la ejecución del segundo, y en toda clase de luchas importa más que nada llevar la razón, que es la fuerza moral, sobre todo cuando la ventaja en la parte material está de parte del adversario.
Y si esto ocurre en las luchas individuales, mucho más importante es la posesión del derecho en las luchas colectivas, donde la falta de razón puede infundir el desaliento, y éste traer aparejada la derrota.
La diplomacia tiene, por primera y principal de sus obligaciones, establecer clara y distintamente las razones en virtud de las cuales va un país contra otro. De este esclarecimiento resulta las más de las veces evitada la lucha; y, cuando esto no se consiga, el diplómata hábil habrá recabado para su país el perfecto derecho de apelar á las armas, multiplicando la fuerza de éstas por estas asistidas del derecho.
Claro que también puede asistir la habilidad allí donde la razón no asiste, y este ha sido precisamente el caso de los Estados Unidos por espacio de largo tiempo en sus relaciones con España, cuyos Gobiernos, por la habilidad diplomática de aquella República, se condenaban solos.
En todas partes lograban ser oídos los representantes del Gobierno de Washington, como depositarios de la razón y del derecho, y en esta situación España iba rectamente á un encuentro peligroso, con aires de provocadora, siendo en realidad la provocada.
Ha bastado, para volver completamente el arma y que seamos nosotros los que la cojamos por la empuñadura, la suprema habilidad que la sinceridad lleva consigo; que no hay como el camino recto para cortar con ventaja las más enrevesadas y maquiavélicas curvas.
Contestar á la guerra con la guerra, y á la adhesión con las reformas, era, no solamente un deber político y de gobierno; era también quitar todo asomo de razón á los Estados Unidos en sus declamaciones contra España; y para que estas medidas de buen gobierno no tuviesen color de imposición, el Gabinete presidido por el Sr. Sagasta supo desde el primer momento poner en su punto el decoro nacional y rechazar toda ingerencia excesiva y no solicitada.
Con tan sincera conducta quedaron de nuestra parte la razón y las simpatías; la actitud de España era desde entonces firme, sin ser agresiva, y, para establecer la lucha, los Estados Unidos hubieran tenido que agredirnos descaradamente.
Insistimos en felicitarnos de este cambio, porque difícilmente nos damos cuenta de peligros que han pasado, pero cuya evitación no constituya por eso menor gloria para el Gobierno liberal.
Y si se quiere tener idea de la ventaja, basta tener en cuenta que los jingoes hubieran movido fácilmente la opinión americana y encendido el fuego de la guerra en millones de ánimos indiferentes y pacíficos, presentando á España como autora de una agresión injustificada; mientras que ahora se alzan por el contrario, millones de voces en el Norte América para apagar á los vocingleros que tratan de encubrir el negocio con la patriotería.
El conflicto, pues, está evitado, sin más elementos que la rectitud y la firmeza.
Y dominado el conflicto por esta parte, no es difícil prever que la guerra de Cuba marchará rápidamente á su terminación por virtud de las armas y por la sinceridad con que el Gobierno cumple sus deberes políticos en la Isla, rompiendo el monopolio, los privilegios y la división en castas que caracterizaban la política local y que han sido causas poderosísimas de los desastres sufridos.
Sí; se advierten corrientes favorables á la terminación de la lucha; y nosotros las admitimos desde luego y les concedemos cierto valor, no guiados por referencias de la información, que suelen ser engañosas, sino fundándonos en la idestructible base de la lógica, puesto que, apartando de la lucha armada cuantos elementos contribuyen á darle sombras y dejos de fuerza moral, la insurrección queda reducida á la insignificante fuerza que puede mover el bandolerismo descarado, muy pronto combatido por los mismos que en un momento de alucinación simpatizaron con los insurrectos.
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