CODHECUN-0185

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MIRANDO EL PORVENIR Extraño parecerá á los espíritus rutinarios que tanto abundan por ahí, el que alguien comience á preocuparse de lo porvenir cuando lo presente se presta á tan graves y hondas meditaciones; mas quien haya meditado ya y quien estime que en lo presente escaso y menguado es el remedio posible, al menos en lo fundamental, considerará acertado, indispensable, poner el pensamiento en lo porvenir, mirar hacia adelante: pues evidente es que, por no haberlo hecho á tiempo, han venido las cosas á los fatales términos en que hoy se encuentran. Es preciso, de una vez para siempre, que el país y los Gobiernos se acostumbren á mirar al porvenir inmediato y al remoto; que uno y otros desechen y aniquilen hasta los últimos restos del pecado nacional de la imprevisión; que abandonemos todos nuestra meridional impresionabilidad, nuestra morisca dejadez y nuestro soñador idealismo y que, hijos pródigos, ya larga y fuertemente probados por la desgracia, tornemos á la casa paterna de la razón y de la prudencia, que nunca debimos abandonar. Dicen, con tono antipáticamente despreciativo los orgullosos y satisfechos anglosajones, que somos un pueblo envejecido, cuando en realidad, de lo que hemos dado pruebas palpables ha sido de inexperiencia y de ardor juvenil mal dirigido y peor empleado. ¿Llegaremos por fin á la edad de la calma y de reflexión? Si con la terrible experiencia y con la sangrienta enseñanza que hemos recibido y estamos recibiendo todavía no adquiere nuestro espíritu ese necesario aplomo que dan los años y las desdichas; si persistimos en vivir á la quijotesta, sin más fueros que nuestros bríos, ni más pragmáticas que nuestro antojo, daremos la razón á esos brutales anglo-sajones, y, en vez de tener tipo y carácter de mozos arrojados y románticos que no miden el alcance de sus aventuras ni las consecuencias de sus arrestos, pareceremos verdaderamente viejos verdes, perseguidores de quimeras, testarudos investigadores de lo absoluto, como el personaje de Balzac, y, de todas suertes, orates incorregibles. Hasta ahora hemos vivido al día, con lo cual hemos conseguido llegar á un balance terrible, resultando lógica de haber derrochado locamente un gran capital de energías morales y físicas, un gran capital de tierras y ciudadanos, un inmenso capital de dinero. En la espléndida casa quedan todavía firmes las cuatro paredes robustas, por las cuales no cruzan solamente sombras ni se oyen solamente vagos ecos, como creen los que nos odian y los que aparentan despreciarnos; pero importa y urge consagrar nuestros cuidados y toda nuestra fortaleza á la conservación de esas cuatro paredes sagradas y á su engrandecimiento, á la resurrección de los paladines generosos, de los sabios y de los artistas, y principalmente de los trabajadores que en tiempo lejanos y gloriosos la construyeron y la habitaron. Hay que reconstruir el edificio, y tras de reconstruirle, volverle á su antiguo esplendor. ¿Cómo se hace esto? No hay más que una manera de hacerlo: trabajando siempre, marchando siempre hacia adelante, ó, como decimos arriba, mirando á lo porvenir.

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