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CÓMO PIENSAN LOS FILIBUSTEROS
INTERVIEW CON UN DEPORTADO
Preparativos para el levantamiento. –Las reformas de Maura. –Los recursos para la guerra. –La declaración de beligerancia. –Propósitos de los filibusteros.
En busca de impresiones de los separatistas que no estén envueltas en las evidentes exajeraciones de la prensa norteamericana ó en los paliativos de la prensa cubana, fuimos á la Carcel Modelo, donde catorce filibusteros esperan el momento en que han de ser conducidos á Ceuta.
Está entre ellos un mulato de gran inteligencia, propagandista incansable y periodista de singular valía.
Capitaneó dicho deportado una de las primeras partidas que en el mes de Febrero se levantaron en el departamento Oriental, y á su impaciencia debió haber sido tan pronto perseguido y capturado.
Tenía este deportado gran prestigio en la Junta separatista de Nueva York, á cuyas reuniones asistió con frecuencia y de la que recibía órdenes é instrucciones directas.
Estaba, por lo tanto, al corriente de todos los preparativos del levantamiento. La Junta separatista de Nueva York creyó llegado el momento y fijó para comenzar la insurrección el otoño de 1895. Cuando se disponían todos los elementos necesarios, se tuvieron las primeras noticias de las reformas proyectadas por el ministro de Ultramar Sr. Maura.
Esto hizo que muchos separatistas residentes en Cuba, rompieran el compromiso que con la Junta separatista habían contraído, confiando en que Maura iba á darles muchos de los principios automáticos que formaban la totalidad de sus ambiciones.
La Junta separatista suspendió su acuerdo y esperó; pero llegado el otoño y conocido el proyecto de Maura, comenzaron de nuevo las adhesiones al preparado movimiento.
Para contrarrestar el efecto que causó en toda la isla el anuncio de novísimas reformas políticas y económicas, la Junta separatistas me envió á recorrer Cuba, haciendo en meeting y proclamas propaganda de mi separatismo manso, aceptado hoy por todos los cabecillas y casi todos los jefes.
Consiste esta manifestación, sin intransigencias de nuestros ideales, en convencer á España entera de que no sustentamos ni explotamos ódios contra la Metrópoli, aunque serían justificados, sino que deseamos la independencia de Cuba, porque será tan útil como necesaria lo mismo á la Península que á la Antilla.
La actual guerra no es una guerra de raza, y así lo he predicado siempre, aconsejando la más estrecha confraternidad á todos los cubanos blancos, negros y mulatos en el interés común de la patria chica convertida en patria libre.
Prueba la verdad de que estas predicaciones no han sido estériles el hecho de que en nuestras partidas pelean como hermanos hombres de todas las razas que hay en la isla, y no hay una sola partida compuesta solo de blancos ó de negros, obedeciendo unos y otros á hombres de distinta raza á la suya.
Se acusa á los Maceos de ser mulatos, y á Máximo Gómez de ser dominicano; pero se olvida que la Junta Suprema, que Massó, el marqués de Santa Lucía, Martí, Estrada y tantos otros que figuran en primera línea, son blancos de pura sangre española.
El regateo que la unión constitucional y los conservadores hicieron de las reformas de Maura, animó nuevamente á los cubanos y la Junta Suprema señaló el mes de Febrero para el levantamiento.
El general Calleja puso gran empeño en hacer creer que el movimiento había fracasado, porque sólo fué iniciado por unas cuantas partidas y ninguna de ellas estaba mandada por veteranos de prestigio de la guerra anterior. Pero pronto desembarcaron los Maceos y Máximo Gómez, acompañados de nutrido estado mayor que al mes capitaneaban más de sesenta partidas.
Yo, que tuve la desgracia de verme obligado á entregarme á las autoridades españolas, tengo la seguridad de que las fuerzas españolas, aun consiguiendo veinte triunfos diarios, no podrán exterminar una sola partida.
La Junta Suprema de Nueva York ha escogido bien el momento de la guerra. Cuenta con dinero, no ofrecido, sino recaudado, para mantener la lucha algunos años. Tiene importantes aliados que facilitan fusiles, municiones, dinamita y barcos en ventajosísimas condiciones. En los Estados Unidos se hace constantemente una gran propaganda que da excelentes resultados. Nuestros buenos amigos de Colombia, Bolivia, el Perú y Nicaragua, arbitran fondos y reclutan hombres. En toda la isla tenemos propagandistas y espías, y en París, en Londres y en Madrid mismo nuestros agentes nos ayudan desde la Bolsa, ó preparando la opinión y haciendo que la prensa refleje nuestras ideas y nos ayuda inconscientemente.
La insurrección no tiene mayor apariencia de importancia porque un contingente mayor de partidas daría al ejército español facilidades para perseguirlas, mientras que á ellas les seria difícil la vida material.
Pero también la Junta Suprema tiene sus reservas, que se irán presentando para cubrir bajas, cuando nuestros generales las vayan reclamando.
Pero con todos estos elementos, ni la Junta Suprema, ni Martí, ni Máximo Gómez, ni Marceo, han creido nunca que pudiéramos vencer á España y entrar en la Habana ocmo conquistadores, á menos que la Metrópoli pasara por imprevistas contingencias.
En , tenemos la seguridad de que España no podrá vencernos militarmente, y que, obligada por el tiempo y por la opinión, accederá á un pacto, que no será infructuoso para nosotros aleccionados ya por el del Zanjón.
Solo á cambio de una completa autonomía política y económica, acudiremos nosotros á ese pacto, y seguramente que la Junta Suprema no escatimará á España cuantos beneficios y privilegios puedan otorgársele compatibles con nuestra libertad.
Cuando llegue el momento de esta solución, todo el partido autonomista está á nuestro lado y nos prestará su concurso como intermediarios con el Gobierno de la Metrópoli.
Son muchos los políticos norteamericanos que están comprometidos con la Junta separatista para apoyar en el Senado la petición de nuestra beligerancia. Esto se verá cuando el Parlamento se abra.
El Gobierno norteamericano no tendrá más remedio que acceder á nuestros deseos, porque en aquel país la opinión ejerce una influencia directa y decisiva en la gobernación del Estado, y la opinión está entera y absolutamente con nosotros.
Una vez declarada la beligerancia de los separatistas cubanos, la marina mercante, las fábricas de armas y explosivos y las cajas de los azucareros estarán á nuestra disposición. Las condiciones de la guerra variarán por completo.
Así habló uno de los más conocidos organizadores del actual levantamiento. Nada sabe de la muerte de Martí, ni de las probables de Roloff y José Maceo, ni del olvido en que está Máximo Gómez; pero aun poniendo en duda estas noticias, afirma que en nada ó en poco habrán podido influir en el desarrollo de la insurrección.
Renunciamos, callando por patriotismo, á la sensación que otras declaraciones del deportado cubano habían de causar en la opinión, y nos concretamos sólo á lo dicho, porque nuestro propósito cumplido era solamente conocer cómo pensaban los filibusteros en el momento de comenzar la guerra.
(De El País.)
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