CODHECUN-0091

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EL MEJOR REMEDIO Ante la gravedad de los hechos, son estériles los empeños de la oratoria. Creer que el país ha de cerrar los ojos á la evidencia, y aceptar, como verdad demostrada, lo que, en último término, no es sino la opinión personal de un ministro, parécenos temeridad insigne. La fuerza moral es, ciertamente, necesaria para la vida de los Gobiernos, pero la fuerza moral se robustece y avalora por la fuerza material, de tal modo, que sin ésta, es aquella imposible en la mayoría de los casos. La situación actual en Cuba, ni se conjura ni se amengua, por la virtualidad de las ideas; á la fuerza hay que oponer la fuerza; el grito de ¡Cuba libre! hay que sofocarlo al grito de ¡Cuba española! La guerra es inminente. El filibusterismo, alentado por el anuncio de las reformas, se muestra hoy en nuestra hermosa Antilla, no como aspiración de unos cuantos bandidos, sino como partido organizado, con ramificaciones en toda la isla. Diga lo que quiera el Gobierno, las partidas levantadas en Guantánamo, Pinar del Río, Matanzas y otros puntos, todas ellas combaten al mismo grito, y por ello es por lo que el general Calleja ha declarado el estado excepcional en Cuba y Matanzas, con reiterado asentimiento de las autoridades de la isla y aprobación de la prensa. Iremos á Cuba para defender la integridad del territorio, é iremos todos como un solo hombre, que en España no hay partidos cuando se trata de defender la patria. Ya ha dicho el Gobierno que enviará ocho batallones, uno por cada cuerpo de Ejército y dos por el de Madrid, y no falta quien afirme que el número de hombres se aumentará hasta sesenta mil, sin perjuicio de mayores refuerzos, en caso necesario. Las deficiencias de nuestra marina de guerra, por culpa del gobierno, asunto que en estos mismos momentos se ventila, harán necesario que se arme en curso nuestra marina mercante. Ya es notorio el ofrecimiento que ha hecho de sus buques la Compañía Trasatlántica y la aceptación del gobierno. Nuestro dinero y nuestra sangre se derraman en luchas torpemente provocadas, y que no nos proporcionan ni un átomo de gloria. Setenta millones de pesetas, de las cuales apenas nada hemos recogido, y considerable número de hombres, costó á España el simulacro de guerra que tuvimos con Marruecos, por la imprevisión y torpeza del Sr. Sagasta. ¿Quién és capáz de predecir lo que nos costará nuestro empeño en Cuba? Así es imposible la vida nacional. Nuestra Hacienda, de largo tiempo empobrecida, como lo demuestran los presupuestos, siempre cerrados con déficit, tendrá que sufragar esos gastos; levantaremos nuestros empréstitos, contraeremos nuevas deudas, y merced á la torpeza de nuestros gobernantes, iremos fatalmente á la ruina. Aún es tiempo; aún puede hacerse algo. Por fortuna, esas malhadadas reformas, en mal hora proyectadas por el señor Maura, no están sancionadas. Desecharlas, es obra patriótica. Si por ello se disgusta el señor Maura, y el gobierno cree que, constitucionalmente, no puede ni debe seguir al frente de los destinos públicos, sea en buen hora. Ante la salud de la patria, nada debe importar el sacrificio de una situación política.

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