CODHECUN-0144

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DIOS SALVE AL PAIS Nunca, ni en las circunstancias en que fue pronunciada, la frase que sirve de epígrafe á estas líneas fue tan oportuna como ahora. La situación de España ha llegado á ser tal, que preocupa á propios y extraños; á los propios, para ver de remediarla; á los extraños ¡quién sabe! quizá para tratar de aprovecharla en bien suyo, que sería tanto como en mal nuestro. De ese pantano infecto de la política española, se han ido desprendiendo emanaciones pútridas que ahora forman una atmósfera de muerte, llena de peligros y preñada a amenazas. La guerra de Cuba, que cuando los Estados Unidos la sostenían solapada y traidoramente amenazaba no terminar en mucho tiempo, ahora con el apoyo decido y ardiente de la República norteamericana, ha de eternizarse, si no conseguimos vencer á esta, lo cual dadas las condiciones en que se ha planteado la lucha, parece algo difícil. El desastre de Cavite debe advertirnos de lo que podemos esperar dela guerra. Quien ha dejado indefensas las islas Filipinas ¿no será capáz de igual abandono en otros esencialisimos detalles de los aprestos guerreros. Tenemos, pues, ante nosotros dos guerras, la cubana y la yankee; y una guerra latente de Filipinas, de donde Primo de Rivera separó á unos cuantos cabecillas por medio de dinero, pero no pudo extirpar el espíritu de insurrección, que allí queda y allí ha de desarrollar sus frutos. Y sobre todo esto, y por consecuencia de todo esto, terribles perturbaciones económicas, que dibujan en el horizonte una espantosa crisis social, de que no son más que augurios esos motines de gentes hambrientas, que atacan á la propiedad tumultuosamente, y resisten á las intimaciones y á las represiones de la fuerza armada. ¿Quién es capáz de conjurar todos estos peligros todas estas desdichas que se van á echar en cima? ¿Serán esos políticos rastreros y súcios, esos que las han provocado y alimentado, los que vayan á evitarlo? Seguramente no. ¡Oh, y lo más terrible es que, mirese á donde se mire, por ningún lado aparece un rayo de esperanza, y nadie es capaz de predecir con probabilidad de acierto, en que ván á parar todas estas degracias! Todos los programas políticos vienen á condenarse ahora en la célebre frase de Olózaga: ¡Dios salve al país! El que pueda prometer algo más concreto y más positivo, que levante el dedo.

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