CODHECUN-0151

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ESPAÑA Vivimos en una gran nación. Ser español es ser inmortal. La grandeza de este pueblo no consiste en grandes montones de oro; eso, al fin, pasa y se disipa como el humo. Consiste en no dejarse humillar de nadie ni por nadie, y por eso vamos á la guerra de Cuba; para que no se el caso, primero en España, de que sus hijos cedan ante el temor que siempre inspira una grande que amenaza. Mientras con más fuerza nos ultragen, más hemos de multiplicarnos. −¿Que un hombre sucumbe?−¡Viva España! Y á tal grito, otro hombre surge, como por ensalmo, á ocupar el puesto vacío. ¿Que se gastó hasta la última peseta? Pues ¡á la guerra! Hasta que el cansancio y la extenuación sean el único alimento de los combatientes, que levantando las manos al cielo, murmurarán: ¡Viva mi Patria! ¡Así, así moriremos ¡El cuerpo, á la tierra! ¿No es, por ventura, tierra? Pero el espíritu, ese grandeza moral que no puede conquistarse por la fuerza, ni comprarse con el dinero, ¡ah! esa flotará por encima de nuestros enemigos confundiéndolos, para que nunca puedan comprender, cómo se puede vivir en un pueblo sin más idea que la del honor. España no quiere la guerra por la guerra; si sus ingratos hijos de allá le pidieran perdón arrepentidos, ¿cómo había de negarles su generosidad é hidalguía? Se lo concedería abriéndoles los brazos! Pero dicen que detrás de aquéllos miserables hijos de esta España noble, se oculta un jigante que nos amenaza con su ridícula bravura, y en tal caso, no puede hablarse ni de perdón ni de piedad. Iremos hasta donde humanamente podamos llegar; y en el postrer instante, cuando los rayos todos de todas las soberbias del mundo se dirijan hacia nosotros para rematarnos, haremos de la nación una Numancia. Y cuando algún alma celestial, á imitación de la madre de Honorio, recorra los planetas del Infinito, pueda decir al tocar en la Tierra y ver á España: Aquí fue la nación del honor y de la gloria; la patria de los héroes y los santos; el país del sol y de las flores. No es más que un osario, porque sus hijos todos murieron luchando por su independencia; no es más que ruínas, porque sus enemigos, ciegos de furor por su importancia, no dejaron piedra sobre piedra. Y aquello que se levanta dominando tan sagrado territorio, es la cruz puesta que Dios mismo, señalando el sitio donde espiró el último hombre que se llamó español. FELIPE MESANAT Cádiz y Noviembre 23, 96.

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