CODHECUN-0181

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Ni los ricos ni los pobres Son tantas las lágrimas que las guerras coloniales han hecho derramar en el seno de las familias pobres, las que nutren las filas de los ejércitos de Cuba y Filipinas por virtud del servicio obligatorio, que es imposible dejar de insistir uno y otro día en la necesidad de organizar y constituir cuanto antes un ejército colonial. Extender ese servicio á los hijos de familias ricas, mediante la supresión de las redenciones, como piden los socialistas y los federales de Zaragoza, no es resolver por entero el problema, puesto que no se conseguirá por ese medio más que aumentar considerablemente la población de los hospitales y sanatorios, y extender á los ricos el luto de los pobres, sin beneficio alguno para la Patria. Por amor á la humanidad, que se compone de ricos lo mismo que de pobres, pedimos nosotros la organización de un ejército colonial, nutrido por soldados indígenas, que bien pueden reclutarse forzosamente, y por soldados peninsulares voluntarios, unos y otros bien pagados, en quienes concurran las especialísimas condiciones de temperamento, robustez, antecedentes, edad é instrucción militar que requiere la guerra en los climas tropicales. Queremos creer que, aunque tarde, se reponga España de las enormes pérdidas de dinero que esas guerras, provocadas por la reacción de los Gobiernos monárquicos, han ocasionado al capital nacional; pero ¿cuándo desaparecerá el dolor del corazón de tantas madres que han perdido á uno y á dos hijos en los hospitales, los sanatorios y los barcos, sin quedarles siquiera el consuelo de que la sangre de aquéllos, vertida en el campo de batalla, haya sido útil á la Patria? ¿Cuándo se repondrá la raza de esa sangría hecha en su más robusta y vigorosa representación, y de esa inoculación de tuberculosis, anemia y otras enfermedades en el organismo físico de nuestro pueblo? Es preciso ver lo que pasa en la masa popular de nuestros campos y ciudades con motivo de la guerra; es preciso ver la zozobra constante en que viven infinitas familias; el dolor sombrío y desesperado en que se hallan sumidas muchas, pero muchas, porque no hay ya pueblo grande ni chico donde no se llore á un muerto; la ansiedad horrorosa con que se aguarda el correo de Ultramar, jamás portador de buenas noticias; la agitación con que se lee la lúgubre lista de soldados arrojados al mar desde las bordas de los trasatlánticos al conducir á España esas tristes legiones de agonizantes, inválidos é incurables; es preciso, en fin, no tener sentimientos humanos, ni amor á su Patria, ni conocer las necesidades militares de los tiempos presentes, para no preocuparse de una manera honda y constante de los medios necesarios para lograr que no se nutran nuestros ejércitos coloniales con pobres chicos, arrancados á sus hogares cuando aún no reunen todas condiciones de la virilidad y de la fuerza, y sólo sirven de pasto á las enfermedades propias de climas á que no están habituados, y que constituyen para ellos un enemigo mil veces peor que el enemigo de la Patria.

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