CODHECUN-0183

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El soldado español Hablando un escritor militar inglés, que firma J. W. B., de los soldados europeos, al referirse al español, lo hace en los términos siguientes: Cuando se ve pasar un regimiento español, la primera impresión que asalta al extranjero que le contempla es la siguiente: ─¿A dónde van esos niños? La vista de todos esos rostros más que juveniles, infantiles, imberbes, generalmente pálidos, con algo de enfermizos, producen un efecto singular. Pero cuando uno separa la atención de los semblantes para fijarla en el conjunto, exclama: ─¡Qué admirablemente marchan esos hombres! Y en efecto: no puede darse, según un vocablo español muy apropiado y muy pintoresco, mayor marcialidad. El paso del soldado español, el andar de un regimiento, ofrecen una precisión matemática irreprochable y al mismo tiempo airosísima; no es la rápida, pero pesada marcha automática del regimiento alemán que recuerda el movimiento de una enorme máquina, no; es un andar perfecto al par que gallardo; de un carácter muy militar, respirando agilidad y donosura. Cuando á sus cualidades personales prosigue Mr. W. B. son de primer orden y no hay necesidad de recurrir á la historia para recordar lo que fue el soldado español y lo que seguirá siendo. La raza continúa siendo inmejorable, y nada lo prueba mejor que lo que está haciendo todavía en Cuba y en Filipinas. Ese pequeño soldado oculta bajo su apariencia frágil tesoros de energía física y moral. Su sobriedad legendaria, su resistencia que solo los árabes del desierto pueden igualar, su estoicismo incansable, la temeridad local asombrosa que sabe desplegar en los momentos críticos, hacen de él un soldado sin rival.

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