CODHECUN-0202

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UNA CONVERSACIÓN SOBRE ASUNTOS DE CUBA. Dias pasados estuvo á vernos uno de los deportados cubanos puestos últimamente en libertad. Venía á pedirnos una recomendación. Era la primera vez que lo veíamos, y no teníamos ningún antecedente suyo. La experiencia de muchos años aconseja mostrarse poco sensible en estos casos, pero la figura y la conversación predisponían en su favor y persuadían de que debía complacérsele. Le atendimos, pues, como deseaba. Pocos dias después vino á hacernos nueva visita, y á demostrarnos que nuestra impresión habia sido justa. No habia tenido necesidad de hacer uso de la recomendación. Por sus propios recursos habia resuelto el asunto que le preocupaba, y venía á hacérnoslo presente y darnos las gracias por el interés con que le habíamos acogido. Conversamos durante largo rato, y lo que nos dijo, tanto de sus antecedentes y situación como de las cuestiones generales que afectan á Cuba, quizás merezca ser visto por nuestros lectores. ─V. es peninsular, le digimos. ─Sí señor, soy natural de Zamora, pero desde 1863 resido en Cuba. Hace años vine algunas veces á ver á mi familia. Hoy la que tenía en la península no existe: mis afecciones todas están en la Isla. Sabíamos desde nuestra primera conversación que era periodista. ─¿Como se titula su periódico de V? La Patria. ─¿Es muy antiguo? ─Hoy no es, porque lo suprimieron. Es una historia. Yo vivo en Santa Clara, y tengo un colegio de primera y segunda enseñanza. Publicaba un periódico profesional, que creo que cambiaba con algún otro de Cádiz. En el pueblo no habia otro periódico político que uno autonomista, que defendía poco y mal los intereses españoles. El espíritu del elemento peninsular y adicto estaba muy decaido, desde la audaz intentona de una partida rebelde que consiguió entrar en el pueblo, aunque pagando su jefe con la vida el atrevimiento. Los partidarios de la insurrección no se ocultaban para conspirar. Se me ocurrió sacar un periódico, para combatirlos y modificar el estado general de los ánimos, y puse manos á la obra ─Haría V. buenas campañas. ─No le comuniqué á nadie mi propósito. Saqué el periódico con mis propios recursos. Lo escribía yo solo; tenía amigos que me hacían algunas confidencias, y muy pronto conseguí, por las noticias que se publicaron, que los conspiradores se intimidaran, cesaran en sus trabajos ó los hicieran muy disimuladamente ó en mucha menor escala. ─¿Y cómo fué la deportación? ─A consecuencia de una campaña contra el juego, que hoy está plenamente justificada. El Capitán general ha suspenso al gobernador, aceptando como justas mis censuras. ─Santa Clara no sería una excepción en eso. ─En no era una mojigatería, ni tratar de redimir á los viciosos. Allá ellos; pero á cualquiera le hubiera indignado como á que se estaba pervirtiendo á los niños. Yo estaba perfectamente enterado. A muchachos de doce á catorce años, alumnos de mi colegio, los varias veces salir de jugar, y contar el dinero que sacaban de la banca. ─¿Y denunciaron el periódico? ─Allí no habia ese sistema. Sino una doble ó triple censura prévia; en las pruebas sueltas, y en las pruebas de plana entera. Una de estas, de un número que no se permitió salir, ha sido uno de los justificantes de mi inocencia. ─Qué habrá tardado en reconocerse ─Estoy en la península desde Marzo. Cuando me prendieron me llevaron á Cienfuegos y de allí á la Habana: desembarqué en Cádiz y pedí ir á Chafarinas. Mientras tanto mi familia gestionaba con Weyler, hasta que se informó por persona de su confianza, y llamó á la vista los antecedentes, entre los que obraban testimonios de la verdad de mis acusaciones, y otros en abono de mis antecedentes, suscritos por personas de todo respecto y antiguos compañeros mios de la otra guerra. ─Tomó V. parte en ella, por lo visto. ─Ahora era simple voluntario, pero en la guerra de los diez años, fui teniente de milicias y durante cinco años estuve en operaciones. ─Conocerá V. entonces bien lo que es aquella guerra. ─Tengo mi opinión, y es la de que el sistema de columnas combinadas no sirve. Debiera la Isla dividirse en zonas, confiando el mando de cada una á un general de brigada con responsabilidad sobre la marcha de la campaña. Al cabo de poco tiempo las fuerzas de cada zona conocerían perfectamente el terreno; sufrirían mucho menos que hoy con las marchas y contrarrestarían el sistema de fraccionamiento que usa generalmente la insurrección. ─El contingente de cada zona, se reduciría mucho con las guarniciones de los pueblos. ─Estos no las necesitan; se defienden con sus propios elementos. Podrá ocurrir una sorpresa, pero no pasa de la alarma, sin resultado práctico para los rebeldes. ─Como ahora en Marianao ¿no es eso? ─Ellos, generalmente, están distribuídos en escuadrones de sesenta, que luego se fraccionan en grupos y hasta en parejas; ésto les permite hacer acto de presencia á la vez en varias partes, pero no hay que darle importancia alguna. ─De modo que tiene V. fe en lo porvenir. ─Hoy la insurrección ha perdido un elemento importante; los pacíficos: la concentración, tan injustamente censurada, era lo que convenía; donde se hayan establecido buenas zonas de cultivo habrá dado excelentes resultados, sin perturbar la vida de las poblaciones. ─Los pacíficos serían espías de las partidas. ─Les avisaban la situación de las columnas. Durante la otra guerra tuve ocasión de recoger datos curiosos. Se le preguntaba á alguno: ─Díme, y ¿por qué das la confidencia á las partidas, de las tropas que se hallan cerca? ─Porque si no lo hago me machetean. ─Y cuando está cerca alguna partida ¿por qué no lo avisas á las columnas? ─Porque porque á los tuyos con razón ó sin ella. Esto dice, mejor que nada, lo que son los tale pacíficos. ─De modo que cree V. positiva la decadencia de la insurrección. ─Para , terminará para Marzo. ─¿Aceptarán las reformas? ─Sucumbirán por las armas. En lo demás, hay que tener poca fe. Ya ve V. todos los antiguos autonomistas, menos la plana mayor, están en la insurrección, y todos sabemos lo que contesta ésta cuando se le habla de reformas. ─Y, sin embargo, estima V. que abandonarán el campo. ─Para los que conocemos aquéllo, hay un signo precioso. Están cansados. Antes los presentados eran pocos, y siempre sin armas: ahora van en grupos y entregan las armas, generalmente. Esos no vuelven á la manigua. ─Siempre quedarán algunas partidas. ─Esas desde luego: las sostendrán durante no escaso tiempo, primero el antiguo bandolerismo, además los desertores del ejército que temerán se les fusile, y, en fin, la gente de condición perversa é inquiera, enemiga del trabajo, que se fué á la insurrección en busca de aventuras. ─Tarea larga será. ─Ese bandidaje declarado dará que hacer; pero no debe preocupar. Lo que importa, acabada la guerra es la política de atracción. ─¿A los separatistas? ─No, á la grandísima masa neutral que no sabe á qué carta quedarse. Esta es la parte principal de la población de Cuba, mayor que el elemento peninsular, y que el adepto á la insurrección aunque tímido ó cobarde para ir al campo. ─De modo que á ganar simpatías. ─Sí; con los indiferentes, en el núcleo grande de las poblaciones; al que sería fácil conquistar con una política sabia y procurando inspirarle afecto. ─¿Confía V. en el porvenir? ─Lo peor allí es la cuestión económica. Cuba tardará en restablecerse próximamente diez años.
Ignoramos si á nuestros lectores, habrán parecido, como á nosotros, interesantes las manifestaciones del periodista español de Santa Clara, que marcha á proseguir su buena campaña en defensa del interés nacional. Cuando menos, ha de hallarse en ellas un gran fondo de imparcialidad, y un gran aliento de esperanza, que conforta el ánimo, combatido lanzan al público. Cádiz

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