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OPINIONES DE WEYLER
El corresponsal de un periódico inglés ha preguntado á dicho general acerca del llamado Carlos Grandell, en quien han basado los Estados Unidos la fábula de las minas submarinas de la Habana y de la voladura del Maine por un torpedo.
Weyler ha negado una vez más que conociera al tal sugeto: tampoco mandó colocar tales torpedos, que no existiendo entonces guerra exterior hubiesen constituido una imprudencia.
Censura al sistema de guerra seguido.
Cree que la escuadra de Cervera no hacía falta en Cuba, y que situada en las Canarias al declararse la guerra, debió mandarse inmediatamente á amenazar las cosas de los Estados Unidos.
El bombardeo de cualquiera de sus puertos hubiese producido verdadero terror en todo el pais, y apagado sus entusiasmos para tomar la ofensiva.
“En una guerra semejante á ésta -dice el general Weyler,- lo que hubiera de ganarse sólo se habría ganado por la intrepidez y osadía en la acometida y por la rapidez en el ataque. Este es, además, el punto fuerte de nuestro Ejército de mar y tierra, y yo creo que ha debido ser utilizado. Hecho esto, estoy seguro de que las cosas hubiesen tomado un rumbo verdaderamente satisfactorio.”
En caso de que hubiese habido razones muy poderosas para no hacer eso, el marqués de Tenerife habría enviado la escuadra á Filipinas. El Archipiélago no habría entrado en las miras de los norteamericanos, y era preciso evitar que lo tomasen para que no cayeran en la tentación de conservarlo.
Las Filipinas, además, eran garantías de una posible resurrección de España después de la guerra, y todo sacrificio hubiera sido pequeño por guardarlas.
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