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QUINTIN BANDERAS O SEA ANTONIO LLONA
El periódico bilbaino El Porvenir Vasco inserta la siguiente noticia, que seguramente llenará de asombro á cuantos la lean:
Un soldado que ha regresado de Cuba herido asegura que el cabecilla insurrecto, conocido por Quintín Banderas, es de Munguía, y que en dicha villa desempeñó el cargo de maestro de escuela.
Dice que su verdadero nombre es Antonio Llona, y que sirvió en las filas carlistas en la última guerra civil, donde alcanzó el grado de capitán.
Terminada la guerra, se estableció en la calle Somera, dedicándose al comercio de cereales, y luego emigró á Méjico, después de haber dejado en el comercio un gran pasivo.
Asegura también este soldado, que la esposa del cabecilla reside en Bilbao, tiene un puesto en la plaza del Mercado y vive con dos hijos, de ambos sexos, ya mayores.
Por esta noticia se viene en conocimiento de que Quintín Banderas es vizcaino.
Quintín Banderas es aquel caudillo de la tez morena, negro de lo más prieto, por quien no escribió el poeta aquello de
“tus labios son un rubí
partidos por gala en dos,”
etcétera, sino que, por el contrario, y de haberle conocido, hubiera escrito
tus lomos, ¡oh, gran rocín!
Merecen un albardón,
ó cosa por el orden.
Pues bien, el Banderas, ese negro, más aún de lo que se vió y se verá durante lo que reste de campaña, ha tenido la bondad de nacer en Munguía.
Y no sólo ha nacido en ese pueblecito de Vizcaya, sino que ha sido allí maestro de escuela.
Los de Munguía no podrán decir que no están educados en el oscurantismo.
¡Porque más oscuro que un negro!
Personas de Munguia que conocen á fondo y tratan con confianza al general de chocolate, aseguran que eso de negro es una bruma suya.
Se ajumó siendo chiquito y aún no ha vuelto en su verdadero matiz.
Pero dicen que de entonces acá ha ido destiñéndose poco á poco.
Le está ocurriendo lo que al toro aquel que le echaron á Chicorro.
Que al llegar á la hora de la muerte, se le había borrado ya el fondo y quedaba sólo el negro.
Tampoco falta quien diga que Quintinito se charola todos los días para librarse de los mosquitos y demás bicharracos.
Como habrán ustedes leído, Quintín Banderas no se llama Quintín Banderas, sino Antonio Llona; actuó de capitán de color en las filas carlistas.
Acabada la guerra civil, se sintió comerciante y ejerció en cereales, y quebró y todo.
Dejó á su amante esposa en Bilbao, donde reside y tiene un puesto, suponemos que honroso, en la plaza del Mercado, y vive con “dos hijos de ambos sexos, ya mayores.” Así, en verso, en dos sexos y mayores.
Pudo decir el periódico que son dos mónstruos, que es como se debe llamar á los hijos de ambos sexos.
Pero en fin, hay que advertir que el periódico bilbaino publica todo esto á título de información.
Lo cierto es que hasta ahora no han nacido negros en Vizcaya ni en Guipúzcoa ni en ninguna región de la Península.
Ayer era Maceo catalán, para lo cual le le transformaban en Maceu.
Hoy, Banderas, vizcaino; mañana, ¡quién sabe!
No desesperamos de ver á Calixto García convertido en uno de nuestros más exímios blasfemos de la mapa de ambas Castillas: á Máximo Gómez, como segundo ejemplo de la burra de Balaám, y á Estrada Palma, Bethancourt, Betance y demás gente ordinaria en pedículus pu.vis ó en blatta orientalis.
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