CODHECUN-0259

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MOMENTOS SOLEMNES Lo son los actuales, hasta un punto de que pocos tienen cabal idea; porque en fuerza de hablar de la gravedad de las circunstancias y repetir la frase una y mil veces se va estereotipando en nuestra memoria, y se va disipando y perdiendo su sentido. Tengamos la patriótica franqueza de afirmar que la crisis resuelta pasa de política y llega á nacional. Demasiado sabemos que al peligrar las colonias, peligra todo nuestro país. aquí la causa de que hayamos pedido con insistencia el relevo de Weyler. Cualquier otro general tendría éxitos y fracasos; la guerra ofrece de todo, y nadie puede sustraerse á los caprichos de la inconstante fortuna; pero esos vaivenes de la suerte no alarmarían á la opinión pública ni atraerían sobre nosotros las antipatías y la malquerencia de naciones poderosas. Porque eso es, entre otras cosa, y todas malas, lo que Weyler representa en este asunto; la impericia, el caos administrativo, el retroceso en los procedimientos y el absurdo político, llevados hasta el lamentable extremo de ganar simpatías para los contrarios en países cuya influencia ha de pesar grandemente en la solución del problema. No hay, pues, que ver en el relevo del general en jefe del ejército de Cuba sólo un cambio de personas afectas á tal ó cual política, ni tampoco la sustitución de un militar no afortunado por otro que despertara grandes esperanzas; lo que importa considerar es que Weyler nos lleva á un contratiempo grave y éste originaría seguramente un conflicto nacional. En cuanto á las Cortes, ¿qué hemos de decir nosotros que no hayan dicho, en los términos más crudos, periódicos conservadores? Sin necesidad de apelar á tan excepcional testimonio, es ya un secreto á voces la sorpresa que guardan estas Cortes y que, para escándalo y amargura, se evidenciaría si fueran abiertas. Muchos de los diputados conservadores han tomado en silencio nuevas posiciones y no hay que decir dónde. Pero como la hueste del Sr. Romero Robledo era numerosa, quedarán equilibradas las fuerzas de las dos banderías, cuya encarnizada lucha cogería enmedio al núcleo canovista. Si además recordamos los incalificables escándalos á que dieron margen las últimas elecciones, el retraimiento de unos, la imposición de otros y la perturbación de todos, después del atentado de Santa Agueda, ¿cómo no declarar que estas Cortes no representan la opinión del país ni son instrumento de Gobierno por su borroso contorno político, ni podrán dar de otra cosa que un espectáculo vergonzoso? Sin el relevo de Weyler y sin la disolución de estas Cortes, que son los polos sobre los cuales ha girado la crisis, es imposible dar un paso en el camino de lo que, ahora más que nunca, hay que llamar la salvación de país.

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