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EL GIGANTE
Las noticias recibidas por el cable dan idea exacta del carácter y condiciones de aquella manifestación con la cual ha querido el general Weyler consolarse de su irremisible fracaso.
Ningún espíritu imparcial concedió importancia á ciertas actitudes, pero bueno es que las noticias que amplían los detalles, demuestran que fué maniobra pueril é incorrecta la que aparentaba poseer condiciones de explosión del sentimiento público.
El Gobierno procedió como debía proceder; ni las primeras alharacas ni las segundas y más suaves indicaciones, pesaron para nada en su ánimo. Sabía á qué atenerse respecto de ciertos recursos, y atento á las necesidades de la patria y firme en su criterio, que no ha de cambiarse por cuatro mal urdidos efectos teatrales, ha tomado acuerdos y los hace cumplir con la urgencia y precisión que es obligada á los que tienen el deber de mandar y á los que tienen la obligación de obedecer.
Cuando pesan sobre el país males hondos y gravísimos; cuando con generales clamores piden los españoles todos que se remedien las desdichas que padecemos, los asuntos que tienen por origen personalismos deben estimarse como de orden subalterno. Estaría bueno que hiciésemos una ley para reprimir el anarquismo de los fanáticos, de los ignorantes, de los desesperados y que no hubiese valladar contras las intemperancias de quienes por su posición y circunstancias están en el caso de atenerse extrictamente á lo que disponen las leyes y sus representantes.
Toda anarquía es mala; lo mismo se engendra en los abismos que la que quiere erguir su cabeza en las alturas.
El Gobierno, gobierna; tiene un plan fijo, un criterio determinado, un propósito firme. La nación ha de apoyar su autoridad y cuanto más altos sean los elementos sociales, más adictos á la fuerza directora deben estar. Esto es rudimentario y nadie necesita enseñanza acerca del particular. Así, pues, gastan inútilmente el ingenio los que prepararan manifestaciones de cierta índole y se empeñan en mover aspas de molinos, figurando que bracean gigantes. Aquí no hay más gigante que la patria; ante sus grandezas hay que prescindir de las pequeñeces.
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