CODHECUN-0264

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DE SENTIDO COMÚN Los que combaten con inexactitudes una reforma lejana, pueden abrigar la esperanza de crear una atmósfera de prevención y de antipatía tal, que nadie se atreva á implantar la reforma. Los que combaten una reforma próxima, augurando males lejanos, pueden, al menos, estar seguros de no perder en mucho tiempo su fama de profetas. Pero los que pretenden desacreditar una reforma próxima con agüeros todavía más próximos, y que tardan en desvanecerse lo que se tarda en hacerlos objeto de una pregunta dirigida al ministro de Ultramar, no pudiendo proponerse el descrédito de la reforma ni siquiera el crédito propio, sólo pueden tener por objeto encender las pasiones y provocar trastornos que, por efímeros é inconducentes, hubiera desdeñado el más empedernido conspirador de café y cuartel de los tiempos clásicos. ¿A qué conduce si no la especie, desprovista de todo fundamento, referente al desarme de los voluntarios de Cuba? Ni eso puede influir en el éxito de las reformas autonómicas, ni siquiera prevenir los ánimos en contra de ellas; de suerte que hay que suponer que los autores de la noticia tratan de arrojar esa cerilla sobre la pólvora pasional, que desparrama siempre cualquier cambio importante de leyes ó de personas, ó de ambas cosas á la vez, como ahora sucede. Es mayor aún el extravío de algunos de nuestros colegas cuando pretenden hacer creer que el Gobierno va á decretar con la autonomía el predominio de un partido político antillano sobre los demás. No cabe absurdo mayor ni invención periodística que menos resista á la intemperie. Se comprende que la supremacía de uno de los partidos políticos de Cuba pudiera ser impuesta por el Gobierno de la metrópoli, cuando éste se reserva todo género de facultades y ejercía la intervención más omnímoda hasta en los asuntos más menudos de la administración cubana. Entonces era posible dar sistemáticamente la preferencia á un partido; esto es á sus ideas y á sus hombres, al resolver todos y cada uno de los asuntos sometidos á la resolución del Gobierno. Pero con la autonomía, que traspasa esas facultades al Gobierno insular, ¿cómo es siquiera posible el hecho de que se trata? Y si el Gobierno y la Cámara coloniales fueran nombrados de Real orden y se les confiriera en ella una especie de virreinato, aun podría tener visos de fundamento la acusación. Pero el carácter electivo de los cargos mencionados se opone de manera terminante á lo fantaseado por los periódicos en cuestión y hace del todo imposible cualquier predominio abusivo. Es indudable que habrá siempre un partido predominante, aunque no siempre sea el mismo un partido de predominio, lujos de la imposición del Gobierno español será, por el contrario, resultado de la libre voluntad del pueblo cubano, que dará sus votos á quien mejor le parezca. ¿No se dicen los individuos del partido Unión constitucional, los de más arraigo, los de más dotes de gobierno y tendencias más sanas y reputación más firme en la isla? Pues ahí tienen con la autonomía el medio infalible de hacer efectiva esa supremacía intelectual y moral de que alardean. ¿Cómo han de faltarles los votos allí, donde son mejor conocidas que en parte alguna tan relevantes dotes? Que los nombramientos para los cargos que en este caso pueden considerarse como de confianza recaigan en los que están más interesados en la viabilidad del nuevo estado legal, es tan lógico, tan elemental y tan necesario, que nadie lo extrañará seguramente; pero esto tampoco puede influir lo más mínimo en el favor que merezca del cuerpo electoral cubano tal ó cual agrupación política. Dígase con franqueza que esa supremacía impuesta de Real orden es precisamente la que ahora va á echar de menos uno de los partidos insulares, tan acostumbrado á ella que quizás por dormir en la confianza que le inspiraba el apoyo de la Metrópoli se ha curado menos que otros partidos de ganar voluntades y conquistar votos y aumentar su popularidad. Pero no se diga que el Gobierno del señor Sagasta va á llevar la autonomía á Cuba en beneficio exclusivo de una agrupación determinada, cuando precisamente con la autonomía se corta de una vez para siempre la posibilidad de que Gobierno alguno pueda tener en Cuba privanzas ni favoritismos de ningún género.

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