CODHECUN-0288

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LA ALHAMBRA EN MADRID. NOTAS AL VUELO Yo, mejor ¿y ustedes? ¿Bien? Lo celebro mucho. ¿De noticias? Mal: es decir, bien. En resumen, se podrían llenar todos los números de la tirada de La Alhambra con las noticias que corren por ahí, por esas calles, por esos centros más ó menos oficiales. Porque ya supondrán ustedes que aquí, como en el resto de España no se habla más que de la guerra, acerca de la guerra y en, con, por, sin, sobre la guerra. ¿Estrenos? Ya podía venir el propio Calderón de la Barca á estrenar otro Alcalde de Zalamea. ¿Libros? Aunque Cervantes escribiera otro Quiote. ¿Periódicos? Los que hablan de la guerra y los que traen monos alusivos. Hoy no vivimos más que para maldecir con toda nuestra alma á aquella gentuza de Washington, que -como dice un saladísimo escritor- tiene por bandera un plato de sopa de casa de huéspedes barata. Se agota el repertorio de frases gordas contra aquellos indignos mercachifles, que cuando no tienen con qué, comercian con su honor y con su dignidad, encubriendo su hipócrita falsa con el manto de la humanidad; senadores infames que venden sus desacordes gruñidos contra la noble España, con la misma tranquilidad que si se tratara de una saca de azúcar; poderosos de ayer, encumbrados de repente, que sienten la nostalgia de la granujería en que siempre vivieron y de la pocilga en que se criaron; esos que llaman ahora su amantísima madre á la Inglaterra que siempre tuvieron por enemiga, olvidándose de que son los hijos de nadie, una mezcla de lo peor de cada nación y de cada casa, que ha acudido allí al olor del otro corruptor de conciencias, sordina de todo sentimiento, justificación de toda indignidad. Donde se reúnen dos docenas de personas, surge una manifestación, y flota al viento una bandera española que nadie sabe de donde sale tan á tiempo; y á su vista siente uno correr por las venas plomo derretido y parece como que se busca el gatillo del Maüser para disparar contra la jauría que tiene miedo de atacarnos, segura de perder los talones del primer puntapie que reciba. -Y se vitorea á la madre patria con entusiasmo no oficial, sino salido del alma, grito de hijo noble que ve escarnecida á su madre y se convierte en fiera para vengarla. ¿Quieren desembarcar en Cuba esa cuadrilla de bandidos capitaneados por el cónsul-canalla y por la meretriz que anda con él? , hombre, que desembarquen veinte, ochenta, cien mil, un millón; allá los recibirán nuestros valientes en las puntas de sus bayonetas, ávidas de encontrar al fin donde hundirse hasta el cubo, después de dos años de lucha con los valientes fantasmas de la Manigua. Allí aprenderán esos piratas de las praderas, recogidos al acaso por la gran república y destinados al pillaje en tierra española, cómo castiga España la osadía estúpida de los ejércitos de la Unión, que quedarán enterrados y deshonrados, para escarmiento de bandidos, en aquellas costas, en aquellas sabanas, en aquellos cafetales que desean poseer por derecho de rateria. ¡Y nosotros que lo dejamos! ¡Si ese truhán de Mac-Kinley hubiera visto á los primeros soldados que salieron ayer y que han salido hoy para las Baleares!... ¡Cómo se hubiera arrepentido de su hazaña! Pero ¿ese golfo no conoce la historia? ¿No ha oído decir siquiera que Napoleón I, que valía cincuenta y siete millones de veces más que él y que toda su ralea, vino á España á que se hundieran su soberbia y su Imperio y á dejar enterrada en esta tierra bendita la flor de su ejército? Seguramente, la historia que ese habrá leído será la de los secuestradores de Andalucía ó alguna de sus similares. Y hay que convenir en que saca fruto del estudio, porque ya deja en mantillas á los maestros. Allá anda también zascandileando Barbazul-Edisson, que trata de atemorizarnos con sus cadenas infernales y sus espantables torpedos aéreos y sus alambres protectores de campamentos. ¡Adios, protector! -Y á todo esto, la escuadre yankee bloqueando la Habana á una honestísima distancia de la Cabaña y el Morro, por si acaso, y formando una cadena por entre cuyos eslabones entren los buques como Pedro por su casa, y condensadas las tripulaciones á dieta porque la fuerte marejada no permite la confección del rancho en los buques, y ¡la mar! En fin, un bloqueo ¡á 20 kilómetros! ¡ah, valientes! Y nosotros, los españoles, aquí, riéndonos de las fanfarrias del electricista, del bloqueo de la escuadra, de los gruñidos de Cullon y demás compañeros de pileta, y bailando la jota y tocando la marcha de Cádiz á todo pasto y cantando hasta desgañitarnos, para probar á esos héroes de camino real que con las cadenas infernales de su Edison hacemos trabas y serretas y herraduras para que no se desmande la yeguada de Washington. ¿Que fuerte la crónica? ¡Quiá! ¡Si ustedes oyeran respirar á Juan del Pueblo!... Eduardo de Bustamante 25 de Abril de 1898

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