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NEGREROS
Los hay en los partidos políticos españoles. Y por cierto que no les vale el disfraz de patriota con el que han venido engañando por mucho tiempo al País.
Las múltiples y contrarias orientaciones que ha sufrido la opinión española en este último período de nuestra vida nacional, fueron causa de que escapasen al público deshonor esos miserables que claman contra la libertad cuando ésta no se convierte en granjería de sus camarillas egoístas, ávidas de toda dominación.
Ejemplo fiel de nuestro aserto lo tenemos hoy en esa campaña difamadora y rastrera contra la implantación de la autonomía, alentada por los antiguos expoliadores de Cuba, por los muertos representantes de aquella llamada Unión Constitucional, á cuyo amparo el despojo, el latrocinio y la injusticia, hallaron fácil camino para correr muchos años, con todos los pronunciamientos favorables de la ley.
Apercibidos de que, aun habiendo llegado á destiempo la autonomía, ésta es una justa concesión que ha rehecho en gran parte nuestro prestigio ante Europa y América, y apercibidos también que el nuevo régimen supone la muerte de los cacicatos peninsulares, los negreros políticos del negocio que aquí alientan, fingiendo hipócritamente transigir, se revuelven irritadísimos, y urden mañosas conspiraciones, calentando los cascos á los personajes bienquistos de la corona, con el santo propósito de presentar ineficaz, antipatriótico y peligroso para los intereses de la Metrópoli al Gobierno insular.
No quisieran que de la isla llegasen noticias favorables. Y cuando llegan las comentan con notoria mala fé, para sembrar desconfianzas.
Esos negreros, que apadrinaron sin protesta las expediciones de miles de hombres cuando la guerra por la guerra era la base de su influjo, se escandalizan hoy, y ponen el grito en el cielo al solo anuncio de que vayan soldados á cubrir bajas.
Esos negreros, que, al marchar los regimientos á Cuba, aplaudían, defendiendo con tesón la gestión ministerial, y proclamando á voz en cuello que el último soldado y la última peseta debían perderse para retener la isla, entreviendo así la continuación de su negocio, hoy, al ver éste perdido, hablan de liquidación, de compra y de independencia.
Esos negreros, que ayer á los de alma leal é independiente motejaban de filibusterismo, hoy ponen en sus labios frases más filibusteras, más radicales, más demagógicas, que acusan el tristísimo descoco y la asquerosa villanía de un proceder desatentado y miserable.
Pase el que espíritus viriles, rectos é integros, como el venerable jefe de los federales, afirme hoy su opinión radicalísima de siempre; pero que los explotadores, que muchos de los fusionistas y conservadores, que hubieran de buen grado aherrojado en las cárceles á todo el que así pensara, sean hoy los patrocinadores de tales pensamientos, sorprende naturalmente.
Y no es que entendamos que á ellos no les sea dado cambiar de opinión, siquiera sea tan pronto, nó. Es que atendemos á las malas artes puestas en juego por los vencidos, al desprestigio de las reformas democráticas hacia que tiran esos negreros, y nos percatamos de sus siniestras intenciones.
Presentas están sus ataques absurdos é inmoderados al Jurado y al Sufragio universal.
¿Quién duda de que abrigan con la autonomía los mismos bastardos deseos que les llevan á maldecir de toda reforma que signifique el quebrante y la muerte del privilegio y de la explotación, notas privativas de los secuaces del trono?
FRAY VERDADES.
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