CODHECUN-0131
zoom_out
zoom_in
navigate_before
navigate_next
info
fullscreen
menu
|
Text view:
- Switch to view:
- A-
A+
|
| |
|
Edición de la mañana
Crónica de Madrid
31 Diciembre 1897.
Concluyen las horas últimas del año sin llegar de Cuba otras nuevas que las referentes á las luchas personales para constituir el gobierno insular, y no vienen de Filipinas otras noticias que las relativas á la situación de la rebeldía tagala. No hay, pues, para esta “Crónica” suceso alegre que consignar en el orden de los hechos militares y políticos que embargan desde hace tanto tiempo la atención de los españoles, y por esta circunstancia tan sensible para la patria como molesta para el escritor que diariamente está en contacto con el público, nada tiene de particular que el general Weyler merezca en este momento algunas frases, que si fueren justas, habrían de ser muy ásperas. Despues de todo, gobernante fracasado, general sin glorias cubanas, aborrecido de muchos, ensalzado por estos ó por aquellos elementos políticos, lo que fuere, ó como quieran que sea los lectores, es al cabo un soldado español. Y quien tenga la honra de serlo no debe dar motivo sino para la alabanza.
No es necesario recordar á Boulanger: tampoco los documentos felicísimos del llamado duque de Anjou; menos aún las cosas del general Borrero; y la memoria tan solo recuera vagamente el nombre del general Salamanca. Muy poco queda de los documentos que suscribieron y de las audacias que algunos han tenido. La opinión se fijó en ellos un momento, y con la indiferencia castigó sus rarezas. Ancho campo tenían para la notoriedad legítima; buscaron la artificiosa, y violenta, y cayeron. El general Weyler sigue un camino semejante. El soldado mas ambicioso, el gobernante mas ganoso de ocasiones para que su talento resplandeciera, no han podido soñar jamás una ocasión tan propicia para el lucimiento de sus dotes personales como el desempeño del mando de Cuba en las críticas circunstancias presentes. Si allí faltó capacidad para encumbrare, teniendo á mano los asombrosos medios que la nación le facilitara, no parece natural que el encumbramiento emane ahora de documentos que no desdeñarían suscribir como mas propios de su competencia los últimos amanuenses del mismo autor del Manifiesto. Parte de lo que en él se dice, es un puñado de verdades que la opinión hace tiempo repite; pero, precisamente el general Weyler es de los pocos que carecen de autoridad para pregonarlas, primero, porque su conducta ha provocado algunas veces las iras de los Estados Unidos; despues, porque es complice, encubridor y coautor de la maldita política seguida durante dos años por los conservadores.
Afortunadamente el documento es flojo y muy fuerte el sentido del público. De las letras del manifiesto no se harán piedras para el pedestal de la estatua que la posterioridad quiera levantar al general Weyler. Parecerá todo ello un largo artículo de periódico, escrito por una persona que tiene nostalgia cuando pasan ocho días sin que las gentes pregunten por ella. Es deplorable que le ayude en estos momentos el gobierno, no seguramente por consejo de los ministros civiles, sino por las exigencias de los militares, á quienes hay que recordar la tolerancia de costumbres de los tiempos presentes y la ineficacia de las denuncias.
Tengan la seguridad esos ministros de que el manifiesto del general Weyler se publicará sin que alcance á impedirlo todo el rigor de la ordenanza y todos los magistrados de la nación. En las próximas Córtes lo leerá cualquier diputado, lo consignará integro el Diario de Sesiones, y de sus columnas lo podrán reproducir sin temor todos los periódicos. Aun cuando así no fuese, no se debía haber impedido la circulación de ese documento primero, por ser inofensivo; segundo, porque con la recogida adquiere una importancia que no merece, y tercero, porque es de mal efecto que puedan insertarse en los diarios conservadores trozos de discursos proferidos en los Estados Unidos por García Montes, Sanguily, Estrada-Palma, Heredia, Varona y algunos otros insurrectos que concurrieron á un meeting de 7 de Noviembre del presente año, y no sea posible ó lícito que circule un documento de un general español, aunque sea un documento contra la república norteamericana y el gobierno de S. M.
Y nadie podía suponer que al terminar el año, tan próximo á la conclusión del siglo, la última nota fuera un error en lo tocante al régimen liberal, pues así debe considerarse esa denuncia. A estas alturas, cuando circulen periódicos socialistas y demagogos y carlistas y ateos, y de toda clase de sectas, no es bien cohibir la libertad de nadie en la exposición del pensamiento, no debiendo confundirse esto con la necesidad de mantener la disciplina militar. Si el general Weyler merece una corrección, aunque sea senador, debe imponérsele, como la impuso á Dabán el general Cassola; pero debe tambien respetarse el derecho de escribir, sobre todo cuando, como casi todo el mundo reconoce, carece de autoridad el autor para decir las cosas que consigna.
INCÓGNITO.
|