CODHECUN-0138
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¡A la guerra!
Es el mismo espectáculo de siempre.
Espectáculo grandioso, conmovedor, que diariamente se está presenciando en todas las capitales de España.
Centenares de jóvenes llenos de vida, ardor y franca alegría, acuden llenos de animoso entusiasmo á la voz de sus jefes, ansiosos de salvar el Océano y afirmar, en lo que es parte de su patria, la gloria de esta misma patria y la integridad de su territorio.
Sus camaradas, sus jefes, las autoridades todas apresúranse á estrechar su mano, depositando en él el honor que la nación entera le confía.
Aclámaseles sin cesar, y hasta la más alta representación del Estado acude á infundir con su presencia mayor ardimiento á ese espíritu que pugna y llega á desbordarse al fin, en un entusiasta ¡Viva España!
Solo en el ignorado pueblo donde ya no reina la animación de otros tiempos, y en la oculta cabaña, el cuadro es muy distinto.
La madre llora sin cesar y el anciano padre, haciéndose superior á sus fuerzas, e cómo le sorprende la aurora en un lecho de insomnio.
Sentado en él ve todos los días la salida del sol; pero no ve á sus hijos. La patria les ha reclamado, y sus manos encallecidas en el cultivo, no manejan la azada, sino el fusil.
No buscan ya en el seno de la tierra las riquezas que, regadas por el honrado sudor, rompen la última capa y se presentan en forma de doradas espigas convidando á la misma mano que los produjo; si riegan la tierra es con su sangre; si abren sus senos es para enterrar en ellos los inanimados restos de sus hermanos, compañeros ó adversarios, que acaso se matan por contrarias banderas, y duermen el sueño postrero en la misma losa.
El padre no duerme, porque el llanto impide que sus ojos se cierren, y cuando dirige su vista al terreno cultivado por varias generaciones, labrado por él mismo durante cuarenta años, labrado por sus hijos desde que tuvieron fuerzas para ello, el anciano lo ve cubierto de malezas y lleno de piedras, endurecido, infecundo y erial.
LOPE LOPEZ.
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