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Los motines de la Habana
Las torpezas de este impopular Gobierno que padecemos; su debilidad ante las arrogancia estúpidas y vanas de los neoyorkinos; su incomprensible mansedumbre con los insurrectos de salón y con los insurrectos de la manigua, miserables todos, pero más los primeros que los últimos; su persecusión injustificada contra los verdaderos españoles de allá y los generales dignos y enérgicos como Weyler, habían producido en la opinión y en el ejército profundo disgusto, disgusto que se ha traducido en ruidosos motines en la Habana, donde, según hemos leido en la prensa de Madrid, son perseguidos los patriotas é insultados los oficiales de aquel bravo ejército por los autonomista, por esos mismos á quienes el Sr. Moret entrega el Gobierno de la Gran Antilla.
La oficialidad del ejército de Cuba, ó en su mayor parte, y con ella los 300.000 españoles que allí existen, protestan de la implantación de la autonomía, protestan de las componendas con los insurrectos; protestan de que los españoles de siempre sean vejados y escarnecidos por los insurrectos de raza, de nacimiento y de historia; protestan, en fin, porque son hijos de esta noble nación, patria de tantos héroes y cuna de tantos mártires.
Y el Gobierno del Sr. Sagasta no presenta su dimisión ante el fracaso enorme de su política, y sigue en el poder y conserva en su seno ministros como Correa, que es manteado á diario por los más altos tribunales de la milicia; ministros como Gullón, que no se ha enterado todavía de lo es un el régimen autonómico, á juzgar por los desatinos que comete; y ministros, en fin, como Moret, que, atropellando los derechos que él ha concedido, hace combinaciones de magistrados en la Habana, para después entonar el mea culpa, prosternado sumiso á las plantes del Gobierno insular.
Mas si el Sr. Sagasta persiste en su política sin ejemplo, y cree que puede seguir vadeando todos los conflictos que se sucedan con sus personales dolencias, ¡quién sabe lo que podrá sobrevenir, teniéndose en cuenta que es muy peligroso jugar con el orgullo de un pueblo, que por mantener su honor incólume ha sacrificado su juventud y ha entregado sus tesoros, comprometiendo gravemente su porvenir económico!
Los motines de la Habana, vistos con simpatías en España, pueden tener consecuencias gravísimas, si el Gobierno no varía de conducta y prefiere el hermoso consorcio de los sentimientos del pueblo que se presenta, á la barraganía impúdica de elementos abiertamente hostiles á nuestros intereses y á nuestro buen nombre. A. A.
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