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Crónica internacional
(De nuestro redactor corresponsal)
Ahora resulta que aquellas seguridades que daba el gabinete de Washington al de Madrid respecto de la neutralidad que guardarian los Estados Unidos en la cuestión cubana puede decirse son hueca palabreria tan solo atenta á formulismos diplomáticos, que si en ocasiones sirven para algo en la presente no sirven más que para despertar justos enojos.
Desde que empezó á difundirse con la vaguedad de toda primera noticia que viene de paises lejanos, la nueva de la guerra separatista, todos convergimos nuestras miradas hácia la poderosa República americana como sospechosa de complicidad en los sucesos de la Gran Antilla. Este instintivo sentimiento de desconfianza nacía de los recuerdos de la pasada insurrección y de los constantes alagos que los del Norte América dirigian en épocas de bonanza á Cuba con el fin de mermar nuestro poderio y acrecentar las simpatías hacia ellos.
No está lejano el momento en que nuestro gobierno ha accedido á las pretensiones de los poderes constituidos de la patria de Abrahám Liconl, comprometiéndose á pagar una suma respetable, aparte de ciertas concesiones, que por debilidad ó torpeza de quien sea; es lo cierto que debido á un claro deseo de apagar ahora discordias que pudieran ser funestas á nuestros intereses y á nuestra honra misma, duele y duele mucho que la razón sufra escarnio y la templanza mofa.
En Nueva-York hay establecido un centro de propaganda filibustera con el descaro y la osadía que solamente puede tenerse cuando hay un gobierno que salvando el respeto que debe á una nación amiga y atropellando su mismo decoro, consiente y alienta á los defensores de un ideal en que el egoismo y la vileza están en razón directa. En el edificio llamado Forestel Hall, sito en la calle 25, sexta avenida, actúa la delegación del partido revolucionario cubano. En uno de los balcones de la casa ondea la bandera de la ilusoria república cubana. La prensa neoyorkina anuncia, en gruesos caracteres, los meetings que allí se celebran. ¡Despues de acusación tan concreta ¿alegará todavia disculpa el gobierno de los Estados Unidos? ¿Puede titularse de centro clandestino aquel que merece la predilección de los periódicos del país que pregonan su existencia y que tiene manifestaciones externas, tan claras como el trapo izado, −que representa, por fortuna, una ilusión− el movimiento constante de proclamas, la pública recaudación para la causa de la rebeldía etc.. etc?
De estirpe orgullosa somos nosotros para pretender menguadas condecendencias con los que así obran. No andamos regateando la amistad de los Estados Unidos ¡pero hay que convenir que esta España, por honra suya, debe poner coto inmediato á tales desmanes y hacer que la gran república con toda su importancia, observe la neutralidad que tiene la obligación de guardar.
Creemos que ya es ocasión para desechar la conducta de consideración, que no es comprendida, y comience á exigirse aquello á que tenemos perfecto derecho.
El gobierno de la Unión al hacerse con su conducta cómplice de esos laborantes en contra de nuestros dominios, no juega el mejor papel en el concierto internacional, aparte de que hay actos que la propia conciencia repele. Monsieur Cleveland, dirigió no hace mucho una proclama á su pueblo en la que le recomendaba cordura para no comprometer al Estado, por hechos que una irreflexiva simpatía hácia Cuba le pudiera acarrear. A la vez dirigía instrucciones generales á todas las autoridades para que velaran con tal sentido, y ordenando que en caso de que reconocieran los que trabajaban en favor de los separatistas fueron castigados con arreglo á la ley.
¿Qué opina el lector de un gobierno que dá estas disposiciones? Opinará, seguramente, bien.
¿Y qué dictado le dará cuando por incuria suya los encargados de cumplir y hacer cumplir la ley y el pueblo en general presenta un atacamiento tan irrisorio… á los mandatos gubernativos? Aquí es donde nosotros cesamos para que cada cual dé la respuesta que le plaza.
CH. BOPHEX
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