CODHECUN-0232
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FORTALEZA… Y TEMPLANZA
En tertulias y centros políticos, donde quiera que se reunen cuatro personas y se habla de los asuntos de actualidad, las conversaciones van inevitablemente á recaer sobre el problema de nuestras relaciones con los Estados Unidos, problema cada vez más sombrío para nosotros los españoles, que hemos venido soportando con resignación todas las provocaciones, odas las ingerencias y todos los desplantes norteamericanos, desde que en mal hora resonara en el territorio cubano el fatídico grito de la rebeldía dado en Baire.
Estériles han sido nuestros esfuerzos y nuestra prudencia, inútiles los sacrificios realizados por la nación, bien tristes los resultados de la gestión de nuestro Gobierno para llegar á resolver por medios legales y amistosos, dificultades cuya causa determinante ha sido una intrusión inverosímil é intolerable en nuestros asuntos interiores.
El telégrafo viene acentuando la nota pesimista: la baja de los valores, al quebrantar nuestro crédito y nuestros intereses, señala los derroteros de nuestra política y el envío de fuerzas á Canarias y la movilización de nuestra Escuadra, son síntomas harto elocuentes de que nos acercamos á la solución de este enigma que ha venido sin resolverse hace tres años.
Ha llegado la hora de probar una vez más el temple de esta Nación, hidalga y generosa como pocas, y de demostrar la virilidad y el patriotismo de España en los momentos supremos.
Confiemos en el esfuerzo de todos y en la justicia y la razón que nos asiste, secundemos las iniciativas del Gobierno y pongamos todos lo que esté en nuestra mano para continuar ocupando en la Historia el sitio que hasta ahora ha ocupado nuestro pueblo, por su abnegación, su heroismo y su hidalguía legendaria.
Nada de arrogancias, nada de violencias en el lenguaje ni en las acciones, pero firmes en nuestro derecho, viriles en nuestra actitud y enérgicos y resueltos en las acciones.
De este modo se convencerá la plebe americana que proclama la guerra contra España, que sus vocingleros alardes nos causan risa y no nos infunden miedo sus ridículas amenazas. Asi puede que el populacho yankée calme sus fieros, que se impongan la sensatez y la cordura, se midan las consecuencias de una guerra contra la nación guerrera por naturaleza, temeraria por condición y tenaz por carácter, y vean lo dudoso de una victoria que siempre le costaría caro.
La prudencia de España y la causa de su justicia aparecen con tal evidencia, que no necesita encarecimientos.
Demostremos también nuestra templanza y nuestra fortaleza.
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