CODHECUN-0237
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DESINFECTEMOS
Pasa como verdad incontrovertible, que el bajo nivel moral de la burocracia española es una de las causas determinantes de nuestra degeneración.
¿Será cierto que el “finibusterre de la pidaresca”, como apellidaba Cervantes á las almadrabas de Zahara, se ha trasladado á las oficinas públicas?
Hay que depurar lo que respecto de esta afirmación haya de cierto y se propala sin reservas por la prensa y entre las gentes de todas clases y cataduras. Para una tan saludable empresa, necesario es contar en primer término con Gobiernos de opinión, fuertes, vigorosos, limpios de toda mancha, capaces, en suma, de hacer vacilar á cuantos maliciosamente intentasen contrarrestar la obra de regeneración pública que la patria acongojada exige y que por decoro nacional se impone á todos los hombres que quieran llevar dignamente estampado en sus frentes el nombre de españoles.
Esta obra no es una solución exclusiva de los partidos políticos; esta es obra eminentemente nacional, en la que los buenos, los virtuosos, los honrados, los que dignamente merecen llevar el nombre de ciudadanos de un Estado libre, han de poner todo su esfuerzo generoso, toda su actividad inteligente y todas sus energías intelectuales al servicio del bien público, para que al cabo se forme recto juicio de nuestra administración, librándola de esa censura mortificante que perturba el honor nacional con mortífero y traidor enervamiento.
El cohecho, la malversación, la irregularidad, la prevaricación, todas esas manchas que acusan el bajo nivel de la administración de un pueblo, hay que arrancarlas de nuestras costumbres, castigando con mano fuerte á los culpables y haciendo resplandecer la moral más pura en todos los organismos del Estado.
Sea el municipio eco fiel de la voluntad severa, honradamente castellana, de los pueblos; sea el Estado verdadera y genuina representación pública del derecho, expresión altísima y elocuente de la vida nacional, que si á esta solución se llega por la confraternidad de los buenos ciudadanos, no tardaría en aparecer limpio en los horizontes de nuestra desmayada esperanza la luz vigorosa del progreso, que tan bien se hermana con los pueblos que tiene conciencia de su libertad, como huye y se recata de los corrompidos y viciosos en donde se estratifican aquellos asquerosos y empedernidos vicios que los esclavizan y envilecen.
Es preciso que en los ciudadanos todos, ó en los honrados al menos, se haga prevalecer la idea de que todos sus intereses coinciden con los de la patria, siendo los de ésta el barómetro que ha de regular las conveniencias particulares y el nivel que mide por la tranquilidad pública, el mejoramiento de todos y cada uno de los que viven en la sociedad civil.
Así, compenetrado de esta idea y hermanando con las conveniencias sociales las de cada uno en particular, llegaríamos á un estado de saneamiento progresivo en donde la ley tuviese por fiscales á todos los ciudadanos, que serían á la vez jueces implacables contra todo criminal intento. En una palabra, se necesita desterrar la indiferencia mortífera que sentimos como ciudadanos, haciendo renacer en los espíritus la vida del derecho público, perdido en el ambiente de la atmósfera egoísta que por todas partes se respira.
La prensa periódistica dá afanosa la voz de alerta en estos empeños laudables, las exigencias imperiosas de la nación claman con empeño por la dignificación del Estado, y por todas partes se busca una nueva orientación en las costumbres, capaz de reformar la vida augustiosa de nuestra desventurada patria. Procuremos desinfectar en primer término, con la fiscalización de todos los organismos que la sirven, y con esto se habrá dado el paso más importante en el camino de nuestra regeneración.
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