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LA PAZ DE CUBA
Para fines del próximo Febrero anuncia el general Blanco que será un hecho la pacificación de Cuba. Si se confirman estos optimismos, si la paz se consigue al fin, quedará una vez más demostrada la incapacidad de los gobiernos de la monarquía, y quedará demostrado también que de la muerte de doscientos mil soldados españoles, que de los estragos producidos por la guerra, de la destrucción de la isla y del estado angustioso de España, son responsables esos mismo gobiernos. Pero apesar de todas las incapacidades, apesar de la responsabilidad que debiera exigirse á los que antes de acceder á la implantación del régimen autonómico, han consentido el sacrificio estéril de casi toda nuestra juventud y de todos nuestros recursos; apesar de ello, repetimos, la paz de Cuba, si llega á realizarse, se considerará como un triunfo más, conseguido por los saguntinos; como nuevos títulos para continuar en sus puestos, contemplando la obra de la ruina nacional, hasta conseguir ponerse al nivel de Marruecos.
¿Quién se acuerda ya de que los que hoy pregonan las excelencias de la autonomía, para explotarla en provecho propio; que los que hoy fían á la autonomía la obra de paz; que los que hoy se muestran orgullosos por haber implantado dichas reformas, son los mismos que hace muy poco tiempo no toleraban que en su presencia se hablara de autonomía, los mismos que de malos patriotas, de filibusteros vergonzantes y de otras lindezas por el estilo nos motejaban á los republicanos por defenderla?
¿Quién se detiene á meditar que los enormes sacrificios de sangre y dinero que la pobre España ha tenido necesidad de hacer para que la insurrección no triunfara, que las humillaciones recibidas por parte de los Estados Unidos, que la nota de barbarie y crueldad que hemos sabido conquistarnos gracias al sistema de guerra empleado, hubiéranse evitado á no ser por la obstinación, por la terquedad, por el empeño en no conceder esas reformas cuya excelencia pregonan ahora los que antes las combatieron por antipatrióticas?
Conseguida la paz, nuestros gobernantes mostráranse ufanos, orgullosos, satisfechos, y se juzgarán libres de toda responsabilidad, acreedores á toda clase de honores y recompensas, el eterno agradecimiento de la patria, olvidando que de la guerra son ellos los responsables, que pudiendo evitarla, consintieron que tomase incremento, y que desesperados ya, cuando no nos quedaba dinero y apenas si nos restaba un poco de sangre, accedieron á la implantación de las reformas.
Si la paz viene, bienvenida sea. No creemos que dura mucho; abrigamos el triste convencimiento de que no renunciarán los hombres de la restauración á sofisticarlo y corromperlo todo. Y si con la autonomía se procede como aquí se ha procedido con las reformas democráticas, esa paz será estéril y Cuba dejará de ser española.
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