CODHECUN-0244
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¿A QUIÉN APROVECHA?
Han averiguado los yankées cómo fue la voladora del Maine. Lo dice un telegrama de Nueva York, y con creerlo, ganaríamos el tiempo de que otro modo vamos á perder lastimosamente.
Hé aquí lo que el telegrama dice:
“La prensa jingoísta aprovecha la ocasión de haber llegado aquí el Vizcaya para excitar los ánimos, diciendo que el Maine fué volado por una mina que partía del arsenal de la Habana.”
No vale la pena de comentarlo. Las infamias no se discuten, se castigan.
España tiene su honra muy alta para que á ella pueda llegar la baba asquerosa de esos sapos rellenos de inmundicia, que pretenden mancharla; pero á los sapos se les aplasta con el pié, no por defenderse de ellos, sino por impedir que con sus suciedades manchen el camino que otros séres han de seguir.
Los jingoes de los Estados Unidos, quizás obran de buena fé al suponernos capaces de la más repugnante de las villanías y de la cobardía más indigna; canallas por naturaleza, juzgan á todos sus iguales. ¿Qué saben ellos de nada que sea sentimientos nobles y elevados? ¿Acaso los conocen siquiera de oídas?
Pero los jingoes nada deben significar para nosotros, ni siquiera merecen nuestro desprecio, no valen ni la saliva que hubiéramos de emplear en honrar su rostro al escupir sobre él.
Hay algo más que jingoes en los Estados Unidos; por lo menos hay alguien que aún no ha tenido el valor de arrancarse la máscara y confesar que lo es: ese alguien es el gobierno que debe representar á la nación.
No basta, sin embargo, con darse á sí mismo un calificativo: si así fuera holgarían los tribunales de justicia: pero la honradez hay que demostrarla cuando alguien la pone en tela de juicio, y la amistad hay que demostrarla tambien.
El gobierno de los Estados Unidos, ese gobierno picajoso que juzga poco menos que casus belli los conceptos contenidos en una correspondencia entre particulares y, hácese, aprovechando un robo, encubridor, cuando menos, de ladrones, tiene, para demostrar la cariñosa amistad de que constantemente nos habla, algo más que hacer que cambiar melosidades con D. Pio Guillón. No es el caso asunto que las lenguas puedan resolver. Hemos llegado á punto tal que solo los hechos pueden convencer aún á los más crédulos. Mac-Kinley, ese politicastro débil y populachero que quiere dejarse una puerta abierta y quedar bien con los jingoes de su partido, pudo pavonearse con la cesantía de Dupuy de Lome; sin embargo, Dupuy de Lome no había dicho de Mac Kinley que era un asesino cobarde. Eso quizá lo piensen sin decirlo las madres de los infelices que mueren á centenares en la manigua sin tener enfrente al verdadero enemigo que los hirió.
Y eso sin pensarlo, á no ser que estén al par ayunos de historia y de sentido común, lo dicen de España los periódicos jingoes de los Estados Unidos. ¿Es que allí es caricia lo que aquí es ofensa? ¿Cómo creen los yankees que tenemos nosotros la epidermis? ¿Piensan que es el tocino el mejor transmisor de impresiones?
Mac-Kinley, ya que no por decoro propio ni por limpieza é higiene moral de su país, ha debido impedir que tales insultos se publiquen, y de no hacerlo así, castigar con ejemplar castigo la publicación. No lo ha hecho, pues tan jingoe es él como los periódicos calumniadores, tan calumniador él como los periódicos jingoes.
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