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GUERRA?
La voladura del acorazado yankee “Maine”, surto en la Habana, y los informes que con tal motivo han dado á su Gobierno el cónsul Lee y el comandante del buque sumergido, han hecho que la nota pesimista lo invada todo y que hasta los periódicos que se mostraban más satisfechos por la amistosa actitud de los Estados Unidos, comiencen á desconfiar y no ven tan absurdo el temor que los de oposición abrigaban respecto á las manifestaciones de los norteamericanos.
Cada telegrama que de allá se recibe y los propósitos de formar en España un Gobierno nacional, aumenta la desconfianza, y la idea de una guerra con aquellos estados comienza á penetrar en la conciencia de todos, haciéndonos pesar y medir las consecuencias que pudiera tener para nosotros.
España tiene más vitalidad; más patriotismo, más entusiasmo de lo que muchos se figuran y si, desgraciadamente, llegara el caso de medir nuestras armas con las de los yankees, ó alcanzaríamos la victoria, con lo cual crecerían nuestro crédito y nuestra preponderancia, tan abatidos, ó sucumbiríamos con honra y con valor, como sucumben los héroes.
Tenemos de nuestra parte la razón y la justicia; hemos procedido con la lealtad que entre nosotros es legendaria y ningún motivo hemos dado para un rompimiento; pero se nos provoca, aunque indirectamente, y nunca España dejó de contestar tales manifestaciones.
Pero, ¿qué consecuencias tendría esta guerra?
Malas, seguramente, muy malas; pero también pudiera tener algo bueno.
Quizás nos hiciera aficionados á intervenir más directamente en los asuntos de nuestra nación; quizás nos obligara á estudiar profundamente nuestras necesidades y los medios más adecuados para satisfacerlas; es posible que nos enseñara á hacer trabajos de selección, á que no estamos acostumbrados, y tal vez un sacudimiento de esa magnitud nos despertara del criminal letargo en que yacemos, enseñándonos á luchar por nuestro propio bien en el terreno de las ideas, llevándonos á sacudir el pesado yugo que nos hacen soportar multitud de caballeros de industria sin otro oficio ni beneficio que la política.
Si por tal camino nos llevara la Providencia á conocer nuestros errores y á conocer nuestra conveniencia, dándonos las energías necesarias para arrojar de nuestro lado á los zánganos que nada producen y todo lo explotan, ¡triste es la guerra! pero de ella nacería la paz y la abundancia.
No significa esto que la deseemos, estamos muy lejos de ello.
Menos aún significa que temamos llevar la peor parte.
Pobres, pequeños, envilecidos y tal como somos, hemos dado recientes pruebas de que en nosotros no se ha extinguido totalmente el fuego del amor patrio y no hay español á quien arredre esa turba de mercachifles sin lealtad y sin conciencia.
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