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SIN ESTORBOS
Repetidas veces hemos tratado de demostra que el presidente Mac-Kinley no desea la guerra tanto como vulgarmente se cree. Pero esta convicción nuestra no se opone á que reconozcamos que nuestros enemigos de América pretendan y aun consigan dar carácter pérfido á la política de aquel Gobierno, que con sus maniobras sucesivas entretienen las esperanzas de los insurrectos, paralizan el movimiento contrarevolucionario, suspenden las presentaciones de cabecillas y esterilizan por completo los esfuerzos de los españoles durante los escasos días que quedan de la seca.
Este es el resultado; con esto basta y sobra á nuestros enemigos para lograr el fin que se proponen, y, lo que es peor, con esto basta y sobra para perturbar los ánimos lastrados, que al empuje de estas mares gruesas si no dan la banda, por lo menos cabecean lamentablemente.
Por lo que á nosotros hace, amamos la paz, que es el bien y la justicia para todos, la deseamos y tenemos confianza en ella; pero nos abstendremos de comprarla y más aun de solicitarla por medios indignos.
Abominamos de la guerra, que es para todos la desolación, la arbitrariedad y el desastre; pero ni la tememos ni dejaremos de acerptarla cuando así lo pida la honra.
Esta debe ser, á nuestro humilde juicio, la regla de conducta en que se inspire la opinión para salir con bien de las dificultades actuales, no tan árduas por el riesgo positivo que entrañen como por la dudosa obscuridad en que aparecen envueltas.
Son excesivas é infundades las alarmas de los que creen inminente é inimitable el choque.
Carece de sentido común la actitud de las gentes irreflexivas que desean precipitarlo.
Sin acabar de prepararnos nosotros, hemos dado margen con la manifestación pública de nuestros intentos, á que se armasen de piés á cabeza los que mañana podrán ser nuestros enemigos.
Entiendrn en eso los que tienen obligación y responsabilidad, y limitemonos los demás á permanecer en vela, dejando á cada cual lo suyo.
Lo que ahora procede es que recobremos la serenidad, condición propia de los hombres de verdadero valor en presencia del peligro, y que nos curemos, siquiera por una vez, de nuestra habitual incontinencia de juicio y de palabra.
No creemos en conciencia que esté para caer sobre nosotros un abrumador conflicto, pero sí creemos que la ocasión no es de las más adecuadas para una guerra de pluma.
Los que á cada paso invocan en ampulosas arengas los recuerdos de Pavía, Lepanto, Trafalgar y Bailén, obrarán con cordura reservando para más adelante la retórica, y acordándose de que lo característico de nuestra raza fue la sobriedad en las frases y la abundancia en los hechos.
Trabajen, entre tanto vigilen, y adopten las prevenciones necesarias los que estamos libres de tamaña responsabilidad á prestar ayuda ó por lo menos ó no servir de estorbo.
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