CODHECUN-0286

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LOS PATRIOTAS Por desgracia para la nación, hay muchas clases de patriotas; y digo por desgracia, porque cuándo un pueblo como el nuestro, se agota y se arruina, solo por el honor de su bandera y la tradición de su histórica, sus hijos todos, pobres y ricos, nobles y plebeyos, deben ante el peligro de la patria, unirse en apretado lazo, para salvarla de la ruina y del estigma universal; pero no ocurre así, no sucede lo que por orgullo de raza debiera suceder, y aquí mi afirmación de que existen patriotas de distintos colores, como existen hijos que siendo de una misma madre, los más son buenos y los otros malos. Hay español, que disfrutando de una pingüe renta, por una alhaja (que maldita la falta que le hace) centenares de duros, y niega una peseta para barcos y cañones. Estos se llaman patriotas, porque leen el periódico y se indignan contra los yankées, contra el Gobierno, y contra todo lo que hay que indignarse, y dicen que eso es vender á la nación y engañar al pueblo. Hay quien está pidiendo constantemente, que se envien refuerzos aquí o allá, y si le decis que su hijo ó valla él, á derramar su sangre, por la honra nacional, será capaz de introducirnos el puño del bastón por un ojo, ó por donde pueda. ¿Acaso no están los hijos de los pobres para esas cosas? os responderán llenos de cólera; ¡claro que ! ¿Para que estamos nosotros, sino para empuñar un fusil y defender mientras palpite nuestro corazón, y mientras quede un cartucho sin quemar, ese trapo glorioso, altar de nuestra historia, ante el cual juramos lealtad al Rey, y fidelidad á la patria? Esto no lo saben la mayoría de los patriotas, porque para ellos, el único amor es el estómago y el único sentimiento, el afán de oro. Hay muchos, como los he visto, que llevan en el ojal de la cazadora un lacito con los colores nacionales, para que se vea que él también siente, y niega una limosna al pobre soldado, que ciego ó cojo, regresó de la manigüa, inutilizado para el trabajo y que como premio recibe el abandono y la ingratitud de parte de aquel á quien defendió. Existe otra clase de patriotas, peores para nosotros que los mismos yankées, que hacen alarde de valor y abnegación en el café; y ponen en la vidriera de su establecimiento el siguiente rótulo, que debiera enrojecerles el rostro de vergüenza, si por suerte la tuvieran: No se admiten billetes. Y claro está, que esta série de patriotas de café, de héroes de círculo, á fuerza de charlar y de encarecer sus sentimientos de valor y de desprendimiento, lo poco que tenían se les desvaneció con el humo del cigarro, y se le evaporó con la saliva. No debe extrañarnos, no debe ni puede cojernos de susto, esta clase de patriotas, porque ella es, ramas de un árbol, venas de una arteria que apareció en 1808, y que á través de los años, ha ido conservándose para mengua de nuestra heroica raza. Aquéllos afrancesados, que haciendo traición á las glorias y á la independencia del pueblo español, proclamaban en la calle á Pepe Botella, como le llamó el populacho, Rey de España, y digno continuador de nuestras sublimes tradiciones, son los padres, de los que hoy no admiten el billete nacional, y niegan su dinero á la suscripción patria, para defensa del territorio. A esta gente, encanallecida por el vicio de la ambición, debiera aplastársele la cabeza, como á la serpiente, cuya picadura envenena. En tocas las reglas, existen escepciones más ó menos honrosas. Una de estas, que pone muy alto el nombre del generoso donante, es el Marqués de Argüelles, y como digno imitador el de Villamejor; pero tanto ó más que el sacrificio de estos, vale, la hermosa iniciativa de un antiguo noble, cuyo nombre siento no recordar en este instante, el cual propone, que los títulos que no puedan contribuir con su bolsillo, por ser pobres, á la defensa de la patria, que lo hagan con su vida y marchen voluntarios allí donde la honra de la nación peligre, siendo él uno de estos últimos. ¿Pero qué adelantaríamos con dos ó tres patriotas buenos, si aúnque su voluntad y su desprendimiento sean muy grandes, no han de poder salvarnos? Vergüenza , el resultado que á estas horas, ofrece la suscripción nacional; y no se diga, que es por falta de dinero, que esta carencia únicamente existe, en la clase proletaria, abundando muy mucho, en las altas esferas. Nuestros propios enemigos, nos están enseñando lo que nosotros creímos saber mejor que nadie; aprovechemos su lección, que es muy noble, recibir del enemigo enseñanza. Madrid, Julio, 98. José Pantoja.

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